jueves, 18 de abril de 2013

EL RAISUNI Y LARACHE EN LAS NOVELAS de Luis María Cazorla Prieto


CAZORLA, Luis María: La ciudad del Lucus. Editorial Almuzara.  Jaén 2011. 668 pp. y  cuadernillo de fotografías.
-          El general Silvestre y la sombra del Raisuni. Editorial Almuzara. Jaén 2013. 338 pp., un mapa y cuadernillo de fotografías.




 Cazorla es un hombre culto que lleva toda la vida escribiendo, aunque no precisamente novela. Es catedrático, abogado del Estado, letrado de las Cortes, etc. Por lo tanto, escribir no le era nada ajeno y eso es importante cuando se quieren expresar sentimientos o se quieren relatar hechos. Además es descendientes de pioneros españoles en Marruecos, de uno de aquellos comerciantes que se abrieron camino en el Marruecos que se ofrecía tímidamente a los extranjeros entre la guerra de 1860 y la instauración del Protectorado. Esto se nota porque muchas de los detalles históricos de sus novelas no están extraídos de la abundante bibliografía –aunque nunca completa- sino del conocimiento familiar. Esa pequeña historia de la vida cotidiana tan difícil de encontrar en los archivos pero imprescindible para conocer realmente como se vivía en la zona. Para los que nos gusta la historia colonial española en África, los relatos de Cazorla son una excelente muestra de lo que la ficción puede aportar a este asunto.
   La ciudad del Lucus presenta enlazadas la historia de la ocupación española de Larache y Alcazaquivir con la historia familiar de unos comerciantes establecidos en la primera de esas ciudades. Este ámbito doméstico recuerda a Melilla, la codiciada de Juan Berenguer. Es el canto al esfuerzo y el sacrificio de los que se aventuraron a lo nuevo, ignoto e incierto, buscando un futuro mejor con el único capital del esfuerzo. La parte que podíamos llamar política es una excelente reconstrucción de la llegada del general Silvestre a Larache, la ocupación de la ciudad antes del tratado que instauró el Protectorado y la subsiguiente de Alcazarquivir. Movimientos que efectuaron los españoles para evitar la llegada de los franceses. Todo ello en base a un derecho de garantizar el orden que se dibujó confusamente en la Conferencia de Algeciras. Muy acertadas son las descripciones de las operaciones de información, de las maniobras militares, de la vida en las ciudades y los zocos, de las intrigas diplomáticas, de los movimientos de los franceses y de El Raisuni y de la capacidad operativa de Silvestre. Cazorla ha estudiado la bibliografía existente y ha hablado con personas que vivieron en la zona.  Sólo así se puede describir las andanzas de Zugasti, de Ovilo y de otros personajes importantes en la historia menor de la zona. Y sólo así se puede situar geográficamente la acción en el teatro marroquí.  Sin embargo, la novela es demasiado larga. Es cierto que hay una tendencia a extender en exceso los relatos, quizás porque es lo que pide ahora el lector que se encariña con los personajes y disfruta con la intriga. Pero con tanta extensión los asuntos domésticos de las familias Ninet y Tenoll cobran una importancia exagerada que puede hacer perder el ritmo por momentos. Por lo demás, ninguna novela española relata con tanta precisión unos hechos referentes al Protectorado. En este aspecto es una magnífica reconstrucción histórica.
   La segunda novela - El general Silvestre y la sombra del Raisuni- se puede considerar la continuación de la primera. El autor se ha desprendido de algunas de las rigideces de La ciudad del Lucus y ha rebajado considerablemente el número de páginas. Aunque todavía adolece de largos diálogos innecesarios y un poco retóricos que rompen el ritmo de la acción. Una vez tomadas Larache y Alcázarquivir, la acción se sitúa en 1914 y vuelve a enlazar las historias domésticas y los episodios históricos, en una técnica de contrapunto, mezclando personajes reales y de ficción como lo hiciera Galdós para acentuar el carácter novelesco del relato. El conflicto latente entre Raisuni y Silvestre acaba por estallar. Al general español se le achaca un carácter impetuoso, la soberbia propia de ser protegido del monarca y una falta de preparación paralela a su arrogancia. Posiblemente se exagera en todo eso. La bibliografía contemporánea al desastre de Annual  (Gómez Hidalgo, Vivero, López-Rienda, Hernández Mir, etc) carga las tintas más contra Berenguer por culpa in vigilando y una distribución desigual de efectivos entre las dos zonas, con prioridad a la que el mandaba directamente, y trata de justificar las decisiones últimas de Silvestre. Todos menos  Ruiz Albéniz, amigo y defensor del alto comisario. Pero esto es otro tema. La verdad es que Silvestre se enfrentó a Raisuni porque éste último ejercía una autoridad que no le correspondía, entendía el mando como una arbitrariedad feudal y desconocía el poder español. Pero para combatir a un ser arbitrario cayó en el mismo vicio. Algunos españoles entendieron que el pacto con el caudillo marroquí era la garantía de la ocupación pacífica, y esto tiene algo de cierto. Pero el precio a pagar era el respeto eterno a la voluntad caprichosa del cherif. La instauración del Protectorado exigía el sometimiento del país al orden y la autoridad de las potencias protectoras como representantes del sultán y en esto Silvestre actuaba correctamente. Aunque con nula diplomacia y a costa de iniciar unas hostilidades que, por otra parte, hubieran sido inevitables antes o después.


  En la novela aparecen, además de los personajes principales, otros que jugaron un papel en la historia del África española como el escritor Rafael López Rienda que, además, fue suboficial de Regulares el teniente coronel Valdés Cabanillas, el comandante Orgaz que con el tiempo llegaría  a alto comisario, Navarro, Morales…
   El ambiente de la ciudad se dibuja trenzado tres intrigas: la político-militar, que compone la parte histórica del relato, la comercial, que muestra la manera de vida en la ciudad, y la policíaca a través de las andanzas del teniente Pozo de la Guardia Civil. Principalmente el enfrentamiento de Silvestre con el alto comisario Marian y el cónsul Zugasti sobre el modo de enfrentarse a el Raisuni que, en el fondo, es la vieja polémica entre penetración armada o penetración pacífica. Silvestre pretendía la vía armada para acabar con el cherife y los otros trataban de apaciguarlo mediante el pacto. Esta controversia, y la falta de un dibujo competencial en el protectorado claro a pesar del carácter militar del alto comisario, dio lugar a una sucesión de intrigas, enmascaramientos y maniobras por parte de unos y otros que Cazorla explica con claridad y con preferencia sin disimulo.
   Las dos novelas, juntas o por separado, son una magnífica muestra de la literatura colonial  con la virtud de unir los hechos históricos con la reconstrucción aproximada de la vida cotidiana. Son, por tanto, una buena manera de acercarse a la historia del Marruecos español.

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