viernes, 28 de junio de 2013

LAS PRIMERAS NOVELAS COLONIALES HISPANOAFRICANAS

MATA, Pedro: Los moros del Rif (Urbano Manini editores. Madrid 1856. 798 páginas y 1 hoja. Grabados de Cibera ; Ediciones Aurora. La Novela de Todos nº 1 y 2. Madrid 1934. 2 tomos).
CASTILLO, Rafael del: El honor de España. Episodios de la guerra de Marruecos (Imprenta de don Antonio Gracia y Organ. Madrid 1859.972 páginas y 2 hojas. Grabados de Paris).
CUBERO FIERRO, Antonio: La cruz y la media luna o La guerra de Marruecos (Imprenta de M. Minuesa. Madrid 186 519 páginas y 2 hojas).
REDONDO, Antonio: Rodrigo y Zelima o La toma de Tetuán (La Probidad. Cádiz 1862. 210 páginas).

   El origen de la novelística colonial española en África hay que situarlos en la guerra de 1859-60. Fue la primera aventura contemporánea de los españoles en Marruecos, salvo los numerosos incidentes fronterizos en Ceuta y Melilla. Fue un acontecimiento nacional que exaltó los ánimos patrios y llenó de ínfulas de gloria a los habitantes de la época. Sirvió también para unir a los españoles que salían de la guerra carlista. Y fue un episodio que tuvo mucha literatura. Innumerables son las historias de esta guerra, escritas algunas por personajes muy populares en la época como Pedro Antonio de Alarcón, Núñez de Arce, Emilio Castelar, Ibo Alfaro o Víctor Balaguer. También dio lugar a algunas novelas. Nos vamos a fijar en tres contemporáneas y una un poco anterior, de la Mata que sitúa los hechos en la isla de Alhucemas que siempre ha sido uno de los puntos avanzados de España en África. Que nadie busque en estos libros buena literatura sino más bien un tipo de escritura mediocre, debida a folletinetistas o entreguistas. Autores que iban desgranando semanalmente una historia larga, para poder sacar más beneficios, y que articulaban de tal modo que el lector se quedara con la intriga hasta la entrega o fascículo siguiente. Era el modo de escribir de Alejandro Dumas o de Eugenio Sue pero nuestros autores no tenían el talento de estos dos, ni dominaban la técnica, ni poseían la imaginación suficiente. No llegaban tampoco a la altura de Manuel Fernández y González, el mejor de los españoles dedicados al folletín. Aunque tratan de enlazar aventuras inverosímiles, situaciones de peligro extremo, traidores de la peor especie y protagonistas buenos y nobles, los libros que describimos aquí son, en general, aburridos y previsibles. Recogen los tópicos de la peor literatura colonial y muchas veces son más valiosos por las ilustraciones que por los textos. Estas novelas tienen, eso sí, la oportunidad de comenzar una temática nueva en la literatura española. Así sus autores tienen el don de la oportunidad, el olfato de encontrar un argumento original.
   Pedro Mata
   Pedro Mata inicia esta serie de literatura, este subgénero de novela colonial hispanoafricana con una novela que tituló Los moros del Riff o El prisionero de Alhucemas y que salió de la imprenta en una cuidada edición de Urbano Manini en 1856. Se haría una segunda edición en 1934, aunque no sé si fue una edición reducida o si no llegó a completarse la serie de tomos prevista. Quizás el nombre de Pedro Mata en literatura se asocia más a su nieto, autor célebre de novelas populares y galantes del primer tercio del siglo XX. Sin embargo, el abuelo fue un personaje mucho más interesante y complejo. Pedro Mata y Fontanet nació en Reus en 1811 y murió en Madrid en 1877. Desde muy joven tuvo ínfulas literarias y fundó periódicos y revistas. Pero su verdadera profesión fue la de médico, catedrático de Medicina Legal y uno de los padres de la medicina forense en españa. En esa materia es autor de varios libros importantes. También tuvo una actividad política reseñable que lo llevó desde el  exilio en Francia a las Cortes. Era de tendencia progresista y ocupó escaños de senador y diputado. También fue gobernador civil de Madrid. Su carrera literaria está influenciada por la corriente de novela histórica tan en boga en el momento. No hay que olvidar que también fue traductor de Walter Scott.  No es un gran escritor, ni tuvo el éxito que pretendió.

   












Ilustración de Cibera para el libro de Mata
   Mata sitúa la acción en la isla-presidio de Alhucemas y la desenvuelve en torno a una captura por parte de los piratas rifeños de un barco español y a sus tripulantes y pasaje. Aprovecha la historia para dar noticias sobre la vida de los moros fronterizos con el peñón español. Va  llenando las páginas, aprovechando la ingenuidad e ignorancia de los lectores sobre el asunto, con alambicadas situaciones llenas de absurdos y tópicos, el sentimiento de alteridad acentuado para diferenciar buenos y malos, la abnegada predisposición del militar español para atender a los desvalidos y -¡cómo no!- el enamoramiento de una mora, que es un lugar común en la literatura colonial.

   Rafael del Castillo es uno más de los novelistas mediocres del siglo XIX. Fue también periodista. Publicó con su nombre o con el seudónimo Álvaro Carrillo más de medio centenar de novelas (entre ellas la titulada ¡Al África, españoles! sobre la guerra de Melilla de 1893), además de estrenar dramas y hacer traducciones. Como ocurre con otros escritores similares, su vida personal es compleja y abarca varias facetas. Su actividad como comerciante tuvo éxito, políticamente fue un republicano convencido. Como escritor deja mucho que desear pero no se le pueden negar ciertas habilidades. Posiblemente escribiera como una manera más de ganar dinero, sin que esto esté en contradicción con la afición o vocación. La guerra de África fue un caladero para sus escritos. Publicó una historia de la misma, narrada en primera persona como si hubiera asistido junto a las tropas nacionales, muy en el estilo del Diario de un testigo de la guerra de África de Pedro Antonio de Alarcón. No sé si realmente fue a la guerra o se basó en los testimonios y crónicas de otros. En todo caso no es de las obras importantes para estudiar la campaña y está escrita de manera fácil, dedicada al mismo público de sus folletines. Su novela El honor de España es disparatada y un tanto aburrida. Ni siquiera tuvo una labor previa de documentación. Asumió todos los tópicos sobre el moro salvaje y el buen cristiano. Redactó un texto algo confuso y, cuando le pareció, abandonó el curso del relato para ponerse a contar la historia de la campaña o las negociaciones de paz como el capítulo XII que titula En el que el autor, para complacer a muchos de sus lectores, va a olvidarse de la novela en algunos capítulos para dedicarse exclusivamente a la guerra.
Portada de libro de Álvaro Carrillo (Rafael del Castillo)
Portada e ilustración de Paris para el libro de Del Castillo
   Cubero, Redondo y Del Castillo son intercambiables. Sus tramas son irreales, llenas de fantasías amorosas, aventuras inverosímiles y la reiteración de personajes, como el renegado, que favorecen la solución del enredo cuando al autor no le queda otro artificio. Han descubierto el oriente cercano a España como lugar salvaje: Marruecos es la única nación cercana a pueblos civilizados, donde se ven a todas horas escenas de violencia y barbarie, dignas de la edad media, escribía Cubero en la página 71 aunque su conocimiento del país se debiera a lecturas desordenadas y poco fiables.  Cubero y Del Castillo son entreguistas de oficio y llenan páginas como quien hace cestos. No es posible decir que la lectura actual sea entretenida o curiosa sino solo esfuerzo de investigadores y aficionados a la historia marroquí.


   Lo dicho de los anteriores se puede repetir de Redondo. Pero es mejor escritor que los anteriores, más ágil en el planteamiento y en las situaciones aunque ingenuo y previsible en el desenlace. Facilita la lectura acortando los interminables libros de los entreguistas. Es un autor que hoy resulta tan desconocido como olvidado salvo para la arqueología literaria.
Ilustración para el libro de Cubero

lunes, 24 de junio de 2013

LAS NOVELAS DE LOS REPUBLICANOS AFRICANISTAS

BAYO, Alberto: Juan de Juanes (Imprenta J. Prats. Barcelona 1926. 96 páginas. Ilustraciones de Luis Oller).
GALÁN, Fermín: La barbarie organizada (Ed. Castro. Madrid 1931.239 páginas y 8 hojas; Galland books. Madrid 2008. 190 páginas y 1 hoja).

   Existe la costumbre de presentar al militar africanista como bruto, juerguista, corrupto, incompetente y racista. Esa imagen peyorativa procede por una parte de las campañas que se desarrollaron en Marruecos contra los rifeños y, en gran parte, de la visión propagandista posterior a la Guerra Civil. Pero los militares no eran mejores ni peores que los otros grupos sociales en la España de la época. Por un lado, fueron a hacer la guerra porque era su oficio. No crearon las condiciones políticas que desembocaron en ella. Y hay que considerar, frente a las posturas de los miembros de las Juntas de Defensa, que donde tenían que estar los militares es en las guerras con prioridad a los cómodos destinos de las guarniciones provincianas. También entra dentro de la lógica militar que los que se jueguen la vida tengan recompensas, entre las que siempre han estado los ascensos. La guerra la hicieron mejor o peor dependiendo de su preparación y competencia, de la calidad de las tropas y del material de que disponían. Muchas veces los responsables políticos no prestaron la diligencia debida e la provisión de hombres y materia, otras –por supuesto- la falta de diligencia y la corrupción hay que achacarla a los mílites. Por otro lado, dentro del grupo de militares africanistas hubo ejemplos de personas avanzadas y de personas que se interesaron por las letras, las artes o la técnica. Y hubo muchos africanistas que, llegada la Guerra Civil, optaron por el bando republicano empezando por el general Rojo. Entre los republicanos que escribieron novelas sobre la guerra de Marruecos, nos vamos a fijar en dos.
   Alberto Bayo fue un personaje singular. Nación en la Cuba española en 1892 y volvió a España ingresando en la aviación militar hasta que fu expulsado por un duelo. De ahí pasó a La Legión combatiendo en Marruecos desde 1924 hasta 1927. Fue herido y fruto de esa experiencia fue el libro Dos años en Gomara (1928). Durante la Guerra Civil estuvo en el bando republicano, teniendo una actuación no muy brillante en Mallorca. Tras la contienda se exilia en México. Allí es reclutado por Fidel Castro para instruir a la guerrilla y estaba al mando de una de las cuatro columnas que tomó La Habana acabando con Batista. Desde 1911 publicó libros de variada temática y género. Evolucionó desde el militarismo patriótico hasta los escritos revolucionarios castistras. Murió como general cubano en 1971.
ALBERTO BAYO
   En 1926 publicó el libro Juan de Juanes que está compuesto por tres partes. La primera es una novela corta del mismo título, la segunda son tres poemas y la tercera una serie de retratos de legionarios. Toda la obra está impregnada de exaltación legionaria y no se diferencia en nada del espíritu de otros colegas que luego estuvieron en el bando opuesto. Por ejemplo, los tres poemas están dedicados a Millán Astray, acertado creador del espíritu legionario, orgullo del Ejército y legítima esperanza de nuestra España. Los había publicado antes en la Revista de tropas coloniales que dirigía Franco. El primero dice así:
Al ir a la guerra
Hay que combatir y mi bandera
Antes que rompa al día la mañana,
Se apresta sin oír toque de diana
A formar muy marcial y muy ligera.
Toma su formación a la carrera,
Pues marcha al fuego la Legión ufana,
 que nadie a formar presto al Tercio gana
cuando acude a la guerra aventurera.
Salgo con todos por demás contento,
Ya se acabó la paz del campamento,
ahora viene la clásica aventura
que emoción y color y lucha encierra
la guerra será cruel y será dura…
mas es bella, pardiez, ¡viva la guerra!
   Juan de Juanes es el relato típico de novela legionaria. La historia del valor temerario y del heroísmo anónimo en tiempos de guerra contra el moro. La Legión como redención y penitencia. Y el culto a los jefes, el ya citado Millán Astray o Franco, del que dice: existe una admiración, un cariño y un respeto por el teniente coronel Francisco Franco, tan extremados que bien pudiéramos decir que es idolatría (p. 11). Estos jóvenes guerreros sufriría, con el paso del tiempo, las consecuencias de la politización, la radicalización de las posturas debido a las circunstancias y, a la postre, la obligada toma de postura por uno de los dos bandos en lucha. Como el resto de los españoles asistió al fracaso de la convivencia y sufrió las consecuencias.  

    De parecida evolución es Fermín Galán. Militar africanista y hombre de acción, fue herido en la campaña rifeña. En 1934 le fue concedida la Cruz Laureada de san Fernando por una acción sucedida cuatro años antes; tras la Guerra Civil, se le retiró la condecoración. De su ingenuidad originaria, tras la experiencia bélica, pasó a un profundo sentimiento revolucionario y renovador. Había publicado en 1926 La nueva creación, mientras estaba en la prisión de Montjuich por participar en la sanjurjada. Todavía se veía en sus escritos un afán de soluciones políticas pero fuertemente impregnadas de militarismo. Tras ser indultado, volvió a la milicia. Duró poco en los cuarteles, ya que destinado en jaca participó en un golpe pro republicano junto al capitán García Hernández  en diciembre de 1930. Su acción constituyó un fracaso, en parte inexplicable. O sobrevaloró su fuerza –que era muy escasa- y se lanzó a la aventura o fue engañado o mal informado por sus compañeros de intriga. Fue fusilado en Huesca el 14 de diciembre de aquél año. Se convirtió en un protomártir de la República española y hombre mítico de la izquierda.
FERMÍN GALÁN

   De su etapa marroquí surge la novela. Es una novela sin corregir, mal  compuesta en su conjunto. Es lógico: La comenzó cuando era militar en campaña y recoge algunos de los tópicos de la novela legionaria pero la terminó en su celda en 1926 cuando ya había madurado sus ideas revolucionarias y se oponía a lo que antes fue su vida. No es una novela antibelicista como pueden serlo las de Sender o Barea sino una auténtica novela anticolonialista, al menos en sus páginas finales. Como la edición original es prácticamente inencontrable, acudimos a la publicada en 2008 por Galland books. Leemos: No puedo comprender la razón de nuestros actos. Encuentro en ella una contradicción que no sé explicarme. La civilización trata de traer sus progresos a este pueblo atrasado. Y los trae destruyendo, incendiando, haciendo derramar sangre por ambas partes. La acción civilizadora inicial consiste en destruir el pueblo cuyo nivel de vida se trata de elevar; y, a la vez, destrozarnos a nosotros mismos. Pero me explico, sin embargo, perfectamente la rebeldía, la oposición briosa que la civilización encuentra, para llevar a cabo la monstruosa generosidad de aniquilar al pueblo que trata de civilizar (p. 82).  No era posible civilizar en la barbarie y la colonización sólo tenía el objetivo de explotar. El libro va discurriendo desde la guerra al más profundo pesimismo y trasmite la decepción profunda de un hombre que creyó en una empresa y vio que sólo imperaba en ella la destrucción y la arbitrariedad del mando. O, al menos, eso es lo que pensaba y lo que plasmó. Tal vez le faltó tiempo o ganas de reescribirla o corregirla y presentar un texto que literariamente tuviera más valor. Galán no era un novelista, solo quiso contar de la manera más accesible posible su visión de un problema nacional. Y ese contenido, la novela como documento, es  su mayor valor.



viernes, 14 de junio de 2013

ACTUALIDAD DE LA GUERRA DE IFNI

HERNÁNDEZ SALGUERO, Félix Antolín: Boualam de Ifni. (Edición del autor. Impresores Lumer. Barcelona 2011. 262 páginas).
MORAGA, Ángel Luis: La mirada del chacal. (Editorial Círculo Rojo. Sevilla 2011. 629 páginas y 1 hoja).
HUERTAS, Rosa: Los héroes son mentira (Edelvives. Zaragoza 2013. 229 páginas y 1 hoja).
   Con la guerra de Ifni y Sahara ha pasado algo parecido a la independencia de Guinea; primero se censuró la información sobre el episodio (al menos parte de la información) y después cayó en el olvido de los españoles porque los temas de África dejaron de interesar y aquello era una anécdota recordada porque Carmen Sevilla y Gila fueron a animar las Navidades de los soldados españoles y por algunas escenas reales que se introdujeron en la película ¡Ahí va otro recluta!, dirigida por Ramón Fernández en 1960 y protagonizada por José Luis Ozores. Pero la cuestión no era simplemente pintoresca. La guerra de 1957-58 (oficialmente no fue nunca declarada) fue la última en que España participó y dejó más de trescientos muertos y quinientos heridos (, muchos de ellos soldados de reemplazo que no sabían dónde estaba Ifni, ni tenían preparación militar, ni siquiera medios suficientes para combatir en el territorio semidesértico.

   Un año después de la independencia de Marruecos se preparó un  ataque masivo contra las posiciones españolas en Ifni y Sahara. Oficialmente era un Ejército de Liberación (Yeicht Taharir) incontrolado el que organizó las acciones. Hoy no cabe duda de que el príncipe Hassan, luego rey, era el cerebro del golpe demostrando su inteligencia para las maniobras maquiavélicas y su sentido de la oportunidad. Para Marruecos la jugada era muy importante porque trataba de conseguir que el territorio de Ifni, la franja sur de Protectorado y, en menor medida, el Sahara española pasaran a soberanía marroquí. En segundo lugar, intentaba controlar a las tribus del sur que tradicionalmente estaban rebeldes al Majzen y lo hacía usando elementos proclives  organizados por el partido nacionalista Istiqlal. Y, en tercer lugar, es muy posible que Hassan tratara de anular la efectividad armada de tribus que habían luchado contra los franceses pero que no eran muy proclives a la nueva organización estatal, con ello se evitaba incluirlos en las Fuerzas Armadas Reales y los utilizaba para sus fines pudiendo dejarlos caer llegado el caso.  En noviembre de 1957 las bandas atacaron los puestos españoles –aislados y muy mal defendidos- de Ifni y los más alejados de la capital del Sahara. En la capital, Sidi Ifni, pudo haber una matanza sino llega a ser por una confidencia que puso a los españoles en alerta. Todos los puestos del interior de Ifni fueron tomados  por el enemigo o abandonados, limitándose la defensa a la ciudad. Las bandas rebeldes, como se denominaron en la época, tomaron prisioneros españoles civiles y militares que aparecerían después en territorio marroquí (no es casualidad). La guerra terminó cuando Francia y españa decidieron acciones conjuntas aéreas y terrestres y cuando Franco mandó la escuadra frente a Agadir. En el Sahara hubo alguna batalla sangrienta como la de Edchera y el abandono estratégico de posiciones que luego se recuperarían.
   Los ataques tuvieron sus consecuencias. La franja sur de Protectorado, zona de Tarfaya, fue retrocedida a Marruecos en 1958. Este territorio se adquirió en virtud del tratado del Protectorado de 1912 y jurídicamente no se podía mantener como parte del Sahara español. En el territorio de Ifni, tras la guerra se abandonaron todas las posiciones (llegando a volar las construcciones levantadas por España) y se mantuvo sólo la ciudad de Sidi Ifni un perímetro defensivo que no iba más allá de diez kilómetros de radio. Así hasta la cesión definitiva a Marruecos en 1969. Ifni era el territorio que correspondía a la antigua posición española de Santa Cruz de Mar Pequeña, aunque la ubicación exacta de ésta no ha podido determinarse nunca con certeza. El sultán marroquí la cedió a España en el tratado de Wad ras de 1860, pero no se ocupó hasta 1934, unas veces para evitar las protestas francesas o inglesas, otras por falta de acuerdo con el sultán sobre el lugar y otras más para evitar una posesión sin el acuerdo de los naturales. Era un territorio sin  ningún interés económico y, en último caso, sólo servía estratégicamente para la defensa de Canarias.
   La guerra ha sido estudiada últimamente con profusión y hay una abundante bibliografía: Ifni-Sahara. La guerra ignorada (1984) de Ramiro Santamaría, La última guerra de África (Campaña de Ifni-Sahara) (1985) de Rafael Casas de la Vega, La última guerra colonial de España. Ifni-Sahara (1957-1958) (1993) de José Ramón Diego Aguirre, Ifni y Sahara. Una encrucijada en la historia de España (2001) de Mariano Fernández-Aceytuno,  Ifni 1957-1958. La prensa y la guerra que nunca existió (2006) de Lorenzo M. Vidal Guardiola, Ifni. La guerra que silenció Franco (2006) de Gastón Segura Valero o Sahara.-Ifni. ¿Encrucijada o abandono? 1956-1963 (2010) de José Enrique Alonso del Barrio. Además hay más libros de recuerdos personales, de acciones determinadas o dedicados a cuerpos o unidades expedicionarias.
   El asunto ha interesado también a la novela. No sé si porque estamos asistiendo a un renacimiento del África española o porque los escritores tratan constantemente de buscar originalidad en los argumentos, tal vez porque se sacan a la luz las viejas historias familiares, o por otros motivos pero la guerra de 1957-58 está dando últimamente muchos relatos.
   Hernández Salguero aborda la guerra de Ifni desde tres perspectivas. Primera la de un guardia civil español y un policía indígena que se internan en territorio enemigo para conocer la suerte de los españoles que estaban en el puesto fronterizo de Tabelcut, entre los que había mujeres y niños. La segunda la de los soldados de reemplazo que hacían la mili en el territorio y se vieron protagonizando la guerra. Tercera, el punto de vista de dos miembros del Yeicht que atacaba a los españoles. Las tres historias enlazadas permiten al autor mantener la intriga sobre los hechos que, aunque el grueso de la historia sea reflejo de lo sucedido, interesa por los detalles añadidos y por la aventura imaginaria del guardia civil y su acompañante Boualam. El autor pretende relatar de la manera más objetiva posible. Esta ausencia de buenos y malos es una manera honesta de contar la historia pero impide la identificación del lector con el personaje. De hecho, cuando las novelas quieren ser un reflejo de lo sucedido pueden acabar siendo novelas para especialistas en el tema y eso resta lectores. Lo que explicfa que el autor haya tenido que editar su libro cuando hay editoriales que publican otros de menos calidad. Los diálogos entre el guardia civil y Boualam sobre los acontecimientos y las causas son muy interesantes para iniciados en la historia de Ifni y quizás demasiado específicos para el lector común. Las novelas suelen tener interrupciones en el ritmo, no es nada raro. El autor recobre el pulso del relato centrándose en la peripecia de los españoles y olvidándose de los nativos. Se va deslizando hacia la novela de aventuras bélicas cuando el asunto está perfectamente enmarcado en consideraciones históricas y políticas. Y muestra lla faceta absurda de una guerra con un ejército mal preparado y dotado cuando en españa mandaba un militar que llegó al poder tras una guerra. Además, ofrece un blog para los que quieran ampliar sus conocimientos sobre lo que ocurrió:  http://boualamdeifni.blogspot.com.es/. La novela mejora con el paso de las páginas hasta un final esperado pero lógico. Hay desigualdad entre unas escenas y otras, como si desaprovechara las posibilidades de algunas peripecias por las que pasa volando. A cambio, Hernández Salguero deja el libro en un número de páginas que no es excesivo.

   Ángel Luis Moraga es un maestro de Ciudad Real que acudió a los campos de refugiados saharauis en Argelia y se interesó por la historia y la cultura del este pueblo. Como en el pasado reciente su historia está unida a la de España, decidió novelar los hechos en una trilogía. La primera de las novelas, Salamo, en un intento de aproximación a los hechos y una explicación de la situación actual. La segunda, La mirada del chacal, es la que nos ocupa. El autor tiene una página en la que detalla sus vivencias y motivaciones: http://angeluismoraga.tugranodearena.es/.

   La mirada del chacal es otra visión de la guerra de Ifni. Una historia que se cuenta en varios tiempos, con continuas idas y venidas del presente al pasado en las que presenta a los distintos protagonistas. El escritor es muy minucioso en las descripciones y en los detalles. Se empeña en plasmar todo lo que puede, llenando páginas de hechos intrascendentes para la historia. Le da el mismo espacio a lo importante y a lo circunstancial y eso le lleva a extender la novela has más allá de las 600 páginas. Al lector le cuesta encontrar el hilo. En la portada se lee: Una novela sobre la guerra de Ifni que te transportará al corazón del Sahara, pero la historia de la guerra no empieza hasta pasadas quinientas páginas salvo pequeñas referencias. Hay mucha intrahistoria doméstica y mucho viaje turístico que, tal vez, si los hubiera comprimido la novela habría ganado en ritmo.  Utiliza la fórmula de familiar que se decide a indagar sobre la vida de un antepasado, en este caso nieta y abuelo, para reconstruir la memoria familiar silenciada y olvidada. Así descubrirá no sólo al pariente y los motivos de su forma de vida sino también a otras tierras y otros pueblos. Parece que no es una novela sobre la guerra de Ifni y que es sólo la excusa para que la joven y contemporánea protagonista se aproxime al pueblo saharaui y al conflicto actual, hasta que al final se decide a escribir la verdadera historia del abuelo desparecido. Es entonces cuando el libro se llena de intensidad. A la novela le sobran páginas y adjetivos. O, tal vez, el autor ha reunido en un solo libro materiales para dos o tres. Es, pues, un extensísimo relato intimista lleno de referencias históricas y de idas y venidas en el tiempo alrededor del Sahara e Ifni.


  Rosa Huertas es una profesora y escritora de novelas juveniles. Como otros autores, nos ofrece su página web para ampliar información y satisfacer la curiosidad: http://www.rosahuertas.com/. En su novela Los héroes son mentira se acerca a la guerra de Ifni con una técnica ya conocida: La investigación de la memoria familiar. La protagonista indaga sobre los hechos a través de los recuerdos de su padre, testigo de lo que ocurrió. Le ayuda su hijo, quizás como servidumbre al carácter juvenil del libro que, por otro lado, puede ser leído por un adulto sin que le pese. La historia es sencilla. Da la impresión que es la autora la que siente necesidad o interés por lo que ocurrió y su proceso de información lo convierte en relato. Incluso ofrece abiertamente sus fuentes de  información como la página El rincón de Ifni, que se ha convertido en esencial para los interesados en el antiguo territorio español: www.sidi-ifni.com. Este sentido del libro nos indica que el lector debe ser preferentemente un ignorante en el asunto porque a los conocedores les va a saber a poco. Con esta limitación, el libro cumple perfectamente su objetivo y llega bien al público destinatario. La novela está impregnada de antibelicismo, de antimilitarismo. Le da mucha importancia a lo absurdo de una guerra no declarada que no sirvió para nada. De ahí el título, como dice uno de los personajes: ¡Héroes! ¡Menuda mentira! Solo fuimos unos pobres desgraciados que luchamos para nada. ¿Servirán de algo todas estas muertes? (p. 161).

lunes, 10 de junio de 2013

NOVELAS DE LOS TERRITORIOS ESPAÑOLES DEL GOLFO DE GUINEA (2): MOBBE. UN NEGRO DE FERNANDO POO de JOAQUÍN RODRÍGUEZ BARRERA

RODRÍGUEZ BARRERA: Joaquín: Mobbe. Un negro de Fernando Poo (Vilá, Aleu y Domingo editores. Barcelona 1931. 189 páginas).
   Joaquín Rodríguez Barrera era un hombre curioso que llegó a Guinea a principios del siglo XX, uno de los pioneros de la población europea. Agricultor que estuvo al frente de la hacienda Montserrat de Rebola (que tenía también una factoría en santa Isabel), era un hombre inquieto que estudió los manuales extranjeros de agricultura para escribir los suyos propios con los que instruir a los agricultores noveles que llegaban a Fernando Poo en los cultivos posibles en la isla. Su curiosidad y ganas de involucrarse en la vida colonial hicieron que su firma fuera habitual en La Guinea Española, revista que editaban los misioneros claretianos, y en directiva de la Cámara Agrícola. Más tarde fue presidente de la Unión de Agricultores.
 Su obra la agrupa para el título genérico de Manuel del Agricultor en Fernando Poo. Primero con tres títulos prácticos: El cacao (1924), El cafeto (1925) y El banano (1928). Esta trilogía encerraba las posibilidades que, a su juicio, tenía la agricultura colonial. Los dos primeros productos por su fácil conservación y transporte, además de las condiciones de suelo y clima que resultaban propicias para su producción, y el tercero favorecido por la aparición de los vapores frigoríficos que aseguraban los mercados europeos. A éstos siguió un cuarto volumen en 1931 que tiene un carácter más literario: Mobbe. Un negro de Fernando Poo.

    Mobbe es una novela-reportaje en la que el autor expone la evolución de la vida colonial tal y como él la conocía pero que utiliza a un personaje ficticio para recrearla. Mobbe es un maestro indígena que vuelve a Bioko desde Barcelona, donde hizo sus estudios. El muchacho redescubre su país a través del filtro ilustrado que le dio su estancia en Europa. Todo ello desde una visión paternalista, que era la visión del colono hacia el colonizado. Algunos de buena fe creían en la labor civilizadora que se estaba desarrollando y otros aprovechaban sin más las ventajas de la vida fácil del blanco. El libro, por supuesto, no contiene ningún atisbo de crítica y se puede considerar una muestra del hispano tropicalismo amable.

viernes, 7 de junio de 2013

EL NUEVO ORDEN Y EL ÁFRICA ESPAÑOLA

REBOLLO, Eladio Antonio: Estupendos misterios de la Guinea casi española. (Editorial A.E.L. Madrid s.a. 211 páginas).
VALDIVIA, Eduardo de: Un buen oficial. (Editorial Bergua. Madrid 1935. 240 páginas y 2 hojas).

   No sólo los escritores republicanos fueron críticos con la política colonial española. Como reacción a las posturas progresistas, hay algunas novelas donde igualmente se advierte contra los defectos de la colonización aunque propugnan soluciones distintas. Los autores de soluciones autoritarias, que entonces estaban en boga en Europa, pretenden que los males de las colonias españolas se debían a una clara falta de mando decidido que impusiera unas líneas seguras de actuación y castigara errores, negligencias y corrupciones. Los autores de una y otra línea ponen el objetivo en la corrupción y en la falta de decisión. Unos culpan a la política contraria y viceversa. En el fondo, la buena vida colonial estaba basada en gran parte en la ausencia de reglas estrictas y controles rigurosos que permitía la relajación en las costumbres y en la aplicación de las normas. Guinea estaba muy lejos, las comunicaciones eran difíciles y el número de autoridades y funcionarios insuficiente. Y existía, además, una franca camaradería entre colonos y funcionarios, iguales en su condición de compatriotas expatriados, que relajaba los rigores de la ley.
   Rebollo es un autor del que desconocemos casi todo. Posiblemente fuera un funcionario que estuvo destinado en Fernando Poo y que conocía la vida en la isla. O era un nostálgico de la Dictadura de Primo de Rivera o era un partidario acérrimo de una nueva dictadura. O las dos cosas.  A principio de los años 30 del pasado siglo publicó una curiosa novela llena de ironía y de humor ácido: Estupendos misterios de la Guinea casi española. Para novelar el desastre colonial se vale de un personaje arquetípico de los vicios que quiere mostrara, Miserando Pegiguera Pastizal, un inútil y miserable funcionario que, como castigo a su última falta, es enviado a Guinea. Hombre arribista, aprovecha el cambio de régimen y se hace incondicional del gobernador republicano que en la novela se llama don Gustoso de la Siesta y State Quito (es decir, Gustavo de Sostoa) sobre el que el autor carga con dureza poniéndolo a la cabeza de la gestión del desastre y de la llegada de pistoleros, inútiles y delincuentes al gobierno colonial.  De la Siesta, hombre ajeno al mundo colonial, se abstrae en su residencia de Basilé y delega en el incompetente Pegiguera el gobierno. Dice el autor: La ley, está probado hasta la saciedad, es un instrumento agresivo cuando así conviene a los encargados de manejarla; no es nunca, en la práctica, un instrumento defensivo del individuo ni de la sociedad. Y el nuevo gobierno se empeña en la arbitrariedad porque las autoridades de Madrid no tienen ningún interés en Guinea, ni saben de la colonia ni de sus posibilidades y creen que la falta de noticias es ausencia de problemas.
   El mismo sentido satírico y mordaz es usado por Eduardo de Valdivia para hablar de Marruecos. Valdivia seguramente fue un militar que estuvo destinado en el Protectorado y reflexiona sobre sus condiciones y la política africana en su novela, publicada en 1935, Un buen oficial. Si Rebollo parece un nostálgico de la Dictadura de Primo de Rivera, Valdivia es un acérrimo partidario de una solución militar a la crisis republicana. No lo esconde y en el prólogo escribe: Frente a la realidad española hay una rebeldía que clama en nosotros: “¡No se puede continuar así!” Pero nadie hace nada, y seguimos lo mismo siempre, porque no podemos seguir peor. Vemos cómo se arman los demás países, admiramos cómo fomentan sus valores y sus riquezas, oímos como bullen sus muchedumbres a un ideal: “¡la patria!”. Y nosotros, con una mayor capacidad embrionaria, nos resignamos con nuestra suerte, cual si perteneciéramos a una raza inferior. Esa es la verdad, y nadie la ignora.
   Los dos autores siguen una manera de narra muy similar. El objetivo político se impone al literario y son dos colecciones de sucesos esporádicos unidos por el personaje y la visión del autor. Rebollo es más sarcástico y Valdivia, dentro de lo que cabe, más reflexivo. En ambos hay importantes dosis de humor e ironía. Un buen oficial no es una novela de guerra, es más bien de vida en guarnición y maniobras. Pero esas situaciones sirven para criticar la falta de organización, la improvisación y la negligencia del ejército en Marruecos. Un ejército anclado en la comodidad y el inmovilismo: El ejército estaba en manos de estos hombres, imbuidos en viejos aforismos, sin la menor idea sobre las modernas orientaciones logísticas. Unos consideraban que toda la ciencia militar consistía en hacer los saludos con la mano en la debida posición; otros, en que el capote fuera abrochado hasta la barba, y no faltaba quien le daba importancia suma a que en las formaciones siguieran la misma inclinación los fusiles En la visión del autor está el cambio que vuelva al ejército en Marruecos a las normas de disciplina, honradez, trabajo y competencia.

  Se trata de dos curiosidades literarias con una intención regeneradora pero desde posturas proclives a la dictadura.

lunes, 3 de junio de 2013

NOVELAS DE LOS TERRITORIOS ESPAÑOLES DEL GOLFO DE GUINEA (3): LA SELVA SIEMPRE TRIUNFA de GUILLERMO CABANELLAS

CABANELLAS, Guillermo: La selva siempre triunfa (Editorial Ayacucho. Buenos Aires 1944. 295 páginas; Ediciones del Cobre. Barcelona 2009. 309 páginas).
   La II República provocó algunos cambios en el régimen colonial español. Menos de los que pudiera esperarse, por falta de tiempo o de voluntad política. Porque cualquier intento de suavizar el dominio colonial era un paso para la independencia y la República no pretendió nunca la independencia de las colonias africanas. Esto sería consecuencia de la política internacional que España mantuvo. No obstante se hicieron algunos tímidos cambios, empezando por el de autoridades y funcionarios más señalados en Guinea y Marruecos. No todos los cambios fueron oportunos. Por ejemplo, en Marruecos se sustituyeron a los interventores militares del territorio –lo mejor formados de los militares africanistas y los que conocían los idiomas locales- por otros funcionarios que no tenían la preparación suficiente y se aumentó el impuesto llamado tertib que provocó un descontento general. En Guinea se intentó, y subrayo que tímidamente, cambiar algo el régimen de los indígenas. A la colonia tropical llegaron nuevos gobernadores (que yo no eran marinos militares) y algunos funcionarios con ideas nuevas y aires renovadores. Pero igualmente ajenos a la situación de la colonia. En España nunca hubo una escuela colonial en la que se formaran los funcionarios destinados a África. Llegaban allí atraídos por los buenos salarios y la calidad de vida, pero lo desconocían casi todo. No es de extrañar que los gobernadores de Guinea en el siglo XIX, en sus informes, pidieran abandonar la colonia cuando habían sido nombrados para lo contrario. Tampoco es de extrañar que en la bibliografía colonial española no se encuentren obras sobre antropología, etnografía o lingüística. Las pocas que hay son muy tardías.
El gobernador republicano Gustavo de Sostoa
   Durante la II República llegaron a Guinea, como decía, una generación de funcionarios renovadores que plasmaron sus ideas en libros y opúsculos incendiarios. Si en Marruecos no encontramos verdadero anticolonialismo aunque haya antibelicismo, en la Guinea española si vemos un primer anticolonialismo español. Yo diría que el único en cuanto a África española se refiere. Fundamentalmente la crítica a la política colonial se concentra en cuatro publicaciones que enumero:
1.       Misioneros, negreros y esclavos de Emilio Carles (1932).
2.       ¡Esclavos! (Notas sobre el África negra) de Guillermo Cabanellas (1932).
3.       La Guinea incógnita. Vergüenza y escándalo colonial de Francisco Madrid (1933).
4.       Guinea mártir de Miguel Ángel Pozanco (1937).




   Emilio Carles no es un anticolonialista declarado, al menos en lo que escribe, pero ataca con dureza la trato al indígena al que se obligada a trabajar y se reclutaba a la fuerza ya que consideraba que era una forma de esclavitud. También ponía su punto de mira en la falta de planes estatales (por ejemplo la educación se dejaba casi exclusivamente a los misioneros) lo que retrasaba el desarrollo de la colonia. El periodista Francisco Madrid se preguntaba si interesaba a la República mantener las colonias o si era una rémora al progreso. Y concluía que tenía dos opciones: o traspasarlas a  otra potencia o cambiar la política colonial. Era un convencido de que la colonia tenía un gran futuro si se cambiaban las estructuras sociales y productivas y confiaba en la labor del nuevo gobernador republicano, Gustavo de Sostoa. Ese gobernador que acabaría muerto en Annobón a manos de un sargento que perdió la cabeza. Pozanco, secretario del Gobierno general al empezar la guerra civil, dirge su censura a los nuevos administradores surgidos tras la guerra. Escribe un apasionado alegato desde su retirada en Camerún, huido para salvar la vida. Son autores que llegaron a la colonia con ideas distintas de las de los viejos coloniales que procuraban que las cosas no cambiaran.
   Pero el más radical de todos fue Guillermo Cabanellas de Torres. Llegó como secretario particular del Gobernador Sostoa. Era hijo del famoso general sublevado en la Guerra Civil y por eso nació en Melilla, sonde su padre estuvo destinado en 1911. Fue abogado y sintió pronto la atracción de la política. Hombre de izquierdas, militó en el bando contrario al de su padre y, terminada la guerra, acabó en el exilio en Paraguay y Argentina. Fue profesor de Universidad, periodista y abogado. Y autor de numeroso obras tanto jurídicas como libros de historia entre los que destacan La guerra de los mil días (1973) o Cuatro generales (1977). Es autor de un opúsculo  -¡Esclavos!- que sorprende por las ideas extremas que defiendo. En España en esa época no había nadie que abogara por la descolonización de Guinea, ni de África. Algunos autores, lo hemos visto, tenían ideas más avanzadas sobre la administración o el trato al indígena y eran muy críticos con la política africana de los gobiernos españoles.  No quería la colonización sino sólo una cooperación cultural y económica. La colonización era un modo de esclavitud. Cabanellas se atrevía a escribir: Va el mundo caminando rápidamente, y los siglos terminan en breves momentos, en los que desaparecen opresores y oprimidos, en una sola masa de hombres, de razas de ciudadanos y camaradas. Pero a ese fin no puede llegarse sin la violencia. La concepción de la violencia como un arma política más que llevó, entre otras cosas, a la guerra civil.
Busto en Tegucigalpa de Guillermo Cabanellas de Torres

   Cabanellas se sintió atraído por la novela y decidió narrar algunas de sus vivencias coloniales en la obra: La selva siempre triunfa que se publicó inicialmente en Buenos Aires en 1944 y que se reeditó en España en 2009. Pasados los años, Cabanellas no era tan radical y no se ve en la novela los elementos anticoloniales que reflejó anteriormente. Incluso elogia la labor de algunas de las personas que trabajaban allí. En cierta manera, el narrador es el mismo Cabanellas joven que llegó a Fernando Poo y observó muchas cosas que no le gustaron, en especial el trato al indígena. Los resumía en la tragedia de la mujer negra que se educó en Europa, que tenía una cultura superior a la de cualquier blanco, y que era sometía a una segregación mitigada pero que la hacía sentirse diferente. Historia que tenía un origen real y que acabó cuando la cobardía de un blanco que se había prometido con ella impidió la boda. La novela trata de dar una visión totalmente distinta a las novelas de plantación que se publicarán después. Mucho más realista y desprovista del falso pudor y la censura de escritores que le sucederían. Es un libro meditado con un argumento creíble y una fuerte carga de crítica social y política. Libro que pasó muchos años en el olvido, sólo recordado por los aficionados a la historia colonial, y que ha sido reeditado para facilitar su lectura.