lunes, 24 de junio de 2013

LAS NOVELAS DE LOS REPUBLICANOS AFRICANISTAS

BAYO, Alberto: Juan de Juanes (Imprenta J. Prats. Barcelona 1926. 96 páginas. Ilustraciones de Luis Oller).
GALÁN, Fermín: La barbarie organizada (Ed. Castro. Madrid 1931.239 páginas y 8 hojas; Galland books. Madrid 2008. 190 páginas y 1 hoja).

   Existe la costumbre de presentar al militar africanista como bruto, juerguista, corrupto, incompetente y racista. Esa imagen peyorativa procede por una parte de las campañas que se desarrollaron en Marruecos contra los rifeños y, en gran parte, de la visión propagandista posterior a la Guerra Civil. Pero los militares no eran mejores ni peores que los otros grupos sociales en la España de la época. Por un lado, fueron a hacer la guerra porque era su oficio. No crearon las condiciones políticas que desembocaron en ella. Y hay que considerar, frente a las posturas de los miembros de las Juntas de Defensa, que donde tenían que estar los militares es en las guerras con prioridad a los cómodos destinos de las guarniciones provincianas. También entra dentro de la lógica militar que los que se jueguen la vida tengan recompensas, entre las que siempre han estado los ascensos. La guerra la hicieron mejor o peor dependiendo de su preparación y competencia, de la calidad de las tropas y del material de que disponían. Muchas veces los responsables políticos no prestaron la diligencia debida e la provisión de hombres y materia, otras –por supuesto- la falta de diligencia y la corrupción hay que achacarla a los mílites. Por otro lado, dentro del grupo de militares africanistas hubo ejemplos de personas avanzadas y de personas que se interesaron por las letras, las artes o la técnica. Y hubo muchos africanistas que, llegada la Guerra Civil, optaron por el bando republicano empezando por el general Rojo. Entre los republicanos que escribieron novelas sobre la guerra de Marruecos, nos vamos a fijar en dos.
   Alberto Bayo fue un personaje singular. Nación en la Cuba española en 1892 y volvió a España ingresando en la aviación militar hasta que fu expulsado por un duelo. De ahí pasó a La Legión combatiendo en Marruecos desde 1924 hasta 1927. Fue herido y fruto de esa experiencia fue el libro Dos años en Gomara (1928). Durante la Guerra Civil estuvo en el bando republicano, teniendo una actuación no muy brillante en Mallorca. Tras la contienda se exilia en México. Allí es reclutado por Fidel Castro para instruir a la guerrilla y estaba al mando de una de las cuatro columnas que tomó La Habana acabando con Batista. Desde 1911 publicó libros de variada temática y género. Evolucionó desde el militarismo patriótico hasta los escritos revolucionarios castistras. Murió como general cubano en 1971.
ALBERTO BAYO
   En 1926 publicó el libro Juan de Juanes que está compuesto por tres partes. La primera es una novela corta del mismo título, la segunda son tres poemas y la tercera una serie de retratos de legionarios. Toda la obra está impregnada de exaltación legionaria y no se diferencia en nada del espíritu de otros colegas que luego estuvieron en el bando opuesto. Por ejemplo, los tres poemas están dedicados a Millán Astray, acertado creador del espíritu legionario, orgullo del Ejército y legítima esperanza de nuestra España. Los había publicado antes en la Revista de tropas coloniales que dirigía Franco. El primero dice así:
Al ir a la guerra
Hay que combatir y mi bandera
Antes que rompa al día la mañana,
Se apresta sin oír toque de diana
A formar muy marcial y muy ligera.
Toma su formación a la carrera,
Pues marcha al fuego la Legión ufana,
 que nadie a formar presto al Tercio gana
cuando acude a la guerra aventurera.
Salgo con todos por demás contento,
Ya se acabó la paz del campamento,
ahora viene la clásica aventura
que emoción y color y lucha encierra
la guerra será cruel y será dura…
mas es bella, pardiez, ¡viva la guerra!
   Juan de Juanes es el relato típico de novela legionaria. La historia del valor temerario y del heroísmo anónimo en tiempos de guerra contra el moro. La Legión como redención y penitencia. Y el culto a los jefes, el ya citado Millán Astray o Franco, del que dice: existe una admiración, un cariño y un respeto por el teniente coronel Francisco Franco, tan extremados que bien pudiéramos decir que es idolatría (p. 11). Estos jóvenes guerreros sufriría, con el paso del tiempo, las consecuencias de la politización, la radicalización de las posturas debido a las circunstancias y, a la postre, la obligada toma de postura por uno de los dos bandos en lucha. Como el resto de los españoles asistió al fracaso de la convivencia y sufrió las consecuencias.  

    De parecida evolución es Fermín Galán. Militar africanista y hombre de acción, fue herido en la campaña rifeña. En 1934 le fue concedida la Cruz Laureada de san Fernando por una acción sucedida cuatro años antes; tras la Guerra Civil, se le retiró la condecoración. De su ingenuidad originaria, tras la experiencia bélica, pasó a un profundo sentimiento revolucionario y renovador. Había publicado en 1926 La nueva creación, mientras estaba en la prisión de Montjuich por participar en la sanjurjada. Todavía se veía en sus escritos un afán de soluciones políticas pero fuertemente impregnadas de militarismo. Tras ser indultado, volvió a la milicia. Duró poco en los cuarteles, ya que destinado en jaca participó en un golpe pro republicano junto al capitán García Hernández  en diciembre de 1930. Su acción constituyó un fracaso, en parte inexplicable. O sobrevaloró su fuerza –que era muy escasa- y se lanzó a la aventura o fue engañado o mal informado por sus compañeros de intriga. Fue fusilado en Huesca el 14 de diciembre de aquél año. Se convirtió en un protomártir de la República española y hombre mítico de la izquierda.
FERMÍN GALÁN

   De su etapa marroquí surge la novela. Es una novela sin corregir, mal  compuesta en su conjunto. Es lógico: La comenzó cuando era militar en campaña y recoge algunos de los tópicos de la novela legionaria pero la terminó en su celda en 1926 cuando ya había madurado sus ideas revolucionarias y se oponía a lo que antes fue su vida. No es una novela antibelicista como pueden serlo las de Sender o Barea sino una auténtica novela anticolonialista, al menos en sus páginas finales. Como la edición original es prácticamente inencontrable, acudimos a la publicada en 2008 por Galland books. Leemos: No puedo comprender la razón de nuestros actos. Encuentro en ella una contradicción que no sé explicarme. La civilización trata de traer sus progresos a este pueblo atrasado. Y los trae destruyendo, incendiando, haciendo derramar sangre por ambas partes. La acción civilizadora inicial consiste en destruir el pueblo cuyo nivel de vida se trata de elevar; y, a la vez, destrozarnos a nosotros mismos. Pero me explico, sin embargo, perfectamente la rebeldía, la oposición briosa que la civilización encuentra, para llevar a cabo la monstruosa generosidad de aniquilar al pueblo que trata de civilizar (p. 82).  No era posible civilizar en la barbarie y la colonización sólo tenía el objetivo de explotar. El libro va discurriendo desde la guerra al más profundo pesimismo y trasmite la decepción profunda de un hombre que creyó en una empresa y vio que sólo imperaba en ella la destrucción y la arbitrariedad del mando. O, al menos, eso es lo que pensaba y lo que plasmó. Tal vez le faltó tiempo o ganas de reescribirla o corregirla y presentar un texto que literariamente tuviera más valor. Galán no era un novelista, solo quiso contar de la manera más accesible posible su visión de un problema nacional. Y ese contenido, la novela como documento, es  su mayor valor.



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