miércoles, 30 de octubre de 2013

NOSTALGIAS COLONIALES (1)

VEGA MONTOYA, Juan José: El último verano en Tánger (Editorial Club Universitario. Alicante 2000. 255 páginas y 3 hojas).
VILLANUEVA, Nieves: Rusadir  (Artes Gráficas El Progreso. Lugo 2008. 258 páginas y 1 hoja).
-          Los hijos del capitán (Editorial Planeta. Colección Nautilus. Barcelona 2005. 200 páginas y 2 hojas).
GARCÍA GALIANO, Ángel: La casa sin palabras (Edición de autor, impresión bajo demanda a través de www.lulu.com.  Desde 2002. 188 páginas).
    En la literatura española de la etapa colonial hay muy pocas novelas dedicadas a la vida civil del Protectorado, y muy pocas sobre la vida ciudadana en Guinea. En parte se ha ido reparando esta falta con novelas de autores cuyas familias les han contado las vicisitudes de la vida colonial, como María Dueñas o Cazorla, o que ellos mismos vivieron en el África hispana. Estas evocaciones están llenas de melancolía, de nostalgia por una sociedad irremediablemente perdida. En estos relatos no vemos al escritor de oficio sino al antiguo colonial que quiere dar a conocer su mundo distinto, sus experiencias en un tipo de vida que se fue para no volver. Debajo de la narración un mezcla de expatriados y originarios, de religiones y razas, de lenguas y modos de vida diferentes. En estas novelas hay mucho de doméstico y familiar. Hay pequeñas historias de la vida cotidiana, recuerdos intramuros. Pero son de gran ayuda para el que quiera comprender la intrahistoria, los pequeños detalles de la existencia diaria de las gentes que vivieron en las colonias. Claro está que predomina el punto de vista del europeo pero, con el tiempo, estos relatos se han despojado de la carga de racismo o paternalismo que llevaban las novelas de otra época.
   En esta línea Vega Montoya, antiguo residente en Tánger que luego pasó a Francia y España, nos cuenta el verano de un grupo de jóvenes amigos en la ciudad de Tánger. Es el último verano de vigencia del Estatuto Real que siguió a la derogación de la carta Internacional, es decir 1959. El canto del cisne de la ciudad internacional para pasar a ser una más en la estructura política del país. Y eso supuso el inicio de su decadencia económica que culminaría con las leyes de marroquinización de los años setenta del pasado siglo. La novela cuanta las alegrías de unos despreocupados muchachos que gozaban de un grado de libertad y prosperidad desconocidos en la España peninsular. Y canto nostálgico al pasado mejor y a la amistad. Ha publicado también relatos sobre Tánger en francés.

   Nieves Villanueva nación Lugo y se trasladó con sus padres al Marruecos español y, posteriormente, a Melilla. Los recuerdos de una infancia feliz, siguiendo a un padre militar que trabajaba en las oficinas de Intervención, los plasmó en una novela juvenil, Los hijos de capitán. En ella hay un intento de superar la memoria bélica para centrarse en las relaciones pacíficas, la mezcla de personas en un ambiente reducido y la ingenua visión de unos niños. Esa misma construcción melancólica, el mismo gusto por los recuerdos amables de la infancia, los utiliza también para componer una nueva novela –Rusadir- donde la memoria familiar predomina sobre la ficción. Un libro, dice la autora, que despliega ante el lector un tapiz con urdimnbre de aventura, rebeldía e inocencia perdida, y con trama de magia y leyenda, guerra y paz, vida y muerte. Un tapiz colorista y abigarrado que dibuja, mediada la década de los 50, a una sociedad española de bigotito, esparto y tentetieso. Un mundo autoritario, medroso, y cargado de prejuicios, donde el largo de los bañadores no lo fijaba la moda, sino el gobernador civil. En la segunda novela, el mismo capitán de los hijos de la primera desarrolla una más amplia gama de situaciones, en Marruecos, Melilla (Rusadir) y la península. Villanueva escribe con soltura, se lee con gusto y tiene la originalidad de ser una de las primeras escritoras que aborda los aspectos civiles del Protectorado.


   Con García Galiano nos trasladamos a Guinea en los años 40 del siglo XX. Es un relato intimista, al que le falta acción y descripción, demasiado ceñido a la vida de una ama de casa trasladada a Valladolid de los Bimbiles que erra el nombre colonial de la ciudad de Añisok, cuando se estaba formando y sólo habitaban en ella un puñado de españoles. A pesar de esa limitación, de sus páginas se extraen las inquietudes de los pioneros en mitad de la selva, casi sin caminos. El autor refleja una familia que será la suya, lo ignoro, y la presenta con aires buenos y sencillos. En este tipo de novela hay un estereotipo que consiste en criticar a todos los demás por no tratar de comprender al indígena salvando a los nuestros. Hubiera preferido que el autor detallara más los aspectos sociales y políticos de la época, pero eso forma parte de la soberanía del novelista.
Valladolid de los Bimbiles (Añisok)

miércoles, 23 de octubre de 2013

DOCE BALAS DE CAÑÓN de RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

MARTÍNEZ-SIMANCAS, Rafael: Doce balas de cañón. El sitio de Igueriben (Editorial Algaida. Sevilla 2011. 311 páginas).
   Martínez Simancas es un conocido periodista español de continuas apariciones tanto en radio como en prensa escrita. Tiene una pluma ágil y una ironía y sentido del humor que lo hacen de lectura fácil y grata. Debió de quedarse impactado con los hechos sucedidos en la posición de Igueriben, en julio de 1921, que desencadenarían el ataque final a Annual y el derrumbe de todo el frente español en Marruecos. La historia merece esta impresión. Los motivos del autor pueden leerse en su página web: http://www.rafaelmartinezsimancas.com/?p=259
  La posición de Igueriben estaba colocada en un lugar poco apropiado y de escasa utilidad estratégica, salvo que el general Silvestre estuviera preparando una salida al mar. Era un monte dominado por otra altura más elevada, sin agua y con la aguada batida por el enemigo, lejos de la posición principal y con una retirada muy complicada. Al frente de esta posición colocaron al comandante Julio Benítez, un  militar íntegro que acababa de defender con heroísmo la posición de Sidi Dris. Al que secundó el capitán Federico de la Paz Orduña, ambos condecorados con la Laureada de San Fernando.  Pero la suerte estaba echada y mantenerse en Igueriben en caso de ataque, como así sucedió, era imposible. La retirada a salvo una aventura casi tan imposible como la defensa, aunque doce lo lograron. Cuando agotadas las municiones, el agua y los víveres y la salud de los defensores, Benítez se vio obligado a una retirada desesperada antes de rendirse. En los últimos minutos sólo quedaban doce balas de cañón (de ahí el título de la novela) y el comandante transmitió por heliógrafo el mensaje: Nos quedan doce balas de cañón, contadlas, y al escuchar la última disparad sobre nosotros porque estaremos todos mezclados.
Campamento de Igueriben. Dibujo del libros de Casado Escudero.
   Lo que pasó durante esos días es conocido gracias al libro de un superviviente, el teniente Luis Casado Escudero, prisionera en Axdir tras la caída de Annual y fusilado en la Guerra Civil al optar por el bando republicano.
Portada del libro de Casado Escudero.
   Como ya he dicho otras veces, el tema de Annual está excesivamente tratado en la novela española y es necesario enfoques nuevos o maneras originales de retomarlo. Martínez Simancas ha tenido el acierto de enfocar los sucesos de Igueriben en una novela que el conjunto de dos historias paralelas. Una, la de un viejo actor al que le proponen rodar una película sobre los acontecimientos de julio de 1921; otra, el relato de los hechos. En la primera vemos al escritor ágil, divertido y rápido que engancha al lector con una historia divertida llena de peripecias de un galán pasado. En la segunda el autor se ve más encorsetado por la fidelidad a los hechos. En conjunto es un libro ameno y solvente.

viernes, 18 de octubre de 2013

GUERRA DE MARRUECOS Y SAGAS FAMILIARES

DELIBES, Miguel: Las guerras de nuestros antepasados (Editorial Destino. Colección Áncora y Delfín. Barcelona 1975. 296 páginas; Editorial destino. Colección Destinolibro. Barcelona 1983. 296 páginas; Editorial Nauta. Barcelona 1988. 296 páginas; Círculo de Lectores. Barcelona 1991. 316 páginas; Editorial Planeta-D’Agostini. Biblioteca Miguel Delibes. Barcelona 2002. 296 páginas; Editorial Planeta. Barcelona 2003. 319 páginas; Booket. Barcelona 2005. 296 páginas).
ESCRIBANO, Enrique: España dentro de unos años (Imprenta Mercantil. Barcelona 1925. 258 páginas y 1 hoja).
CORTADA, Pedro: Rictus de amargura (Prefacio de María Luz Morales. Epílogo de Eduardo Marquina. S. e. Barcelona 1935. 319 páginas).
CIMORRA, Clemente: Cuatro en la piel de toro (Editorial Helios. Buenos Aires 1962. 472 páginas).
COBO, Fernando: Todo por la patria (Editorial Diógenes. México 1972. 291 páginas).
RIVERA LLÁCER, Ricardo: Héroes de cristal (Editorial Club Universitario. Alicante 2008. 473 páginas y 2 hojas).

   Miguel Delibes publicó en 1975 la novela La guerra de nuestros antepasados que quizás no sea de las mejores de su novelística pero que alcanzó varias ediciones en las distintas colecciones y fue traducida a varios idiomas. Tuvo su versión teatral (publicada en 1990, lo que no era extraño en una novela dialogada. En ella resume la situación de las familias españolas hasta la Guerra Civil en clave psicológica. Todas las generaciones habían participado en alguna guerra, bien fuera la napoleónica,  americana, las carlistas o las de África hasta concluir en la Civil. Esta situación es aprovechada por algunos novelistas para relatar sagas familiares en las que algunos de los miembros van pasando por una u otra contienda y dejan noticia de hechos y padecimientos. No es extraño que algunas de estas novelas se basen en la memoria familiar de los autores. Esta novela sirve de ejemplo para describir el argumento  de algunas novelas españolas que recorren las guerras nacionales pasando por la africana.
                             




   Enrique Escribano escribió un raro libro mezcla de ficción, historia, artículos periodísticos y pronósticos políticos. Era el autor uno de esos españoles pesimistas que pensaron que la salida a la crisis nacional pasaba por el golpe de Primo de Rivera. Y se centró en el tema de su conocimiento, las posesiones africanas. Había publicado un vocabulario español-árabe y algunos libros y mapas sobre Marruecos. Hace una proyección, basándose en un personaje de 1923, de lo que sería la vida colonial unos años después. Tan imaginativo como exagerado. El autor salta de Guinea a Ifni y Marruecos y, como buen colonialista convencido, ve las posibilidades morales y económicas de la empresa.

   Pedro Cortada era un obrero tipográfico barcelonés que decidió en 1935 publicar su primera y última novela para dar su visión personal del inicio del siglo XX. La novela es, ante todo, un relato de la vida barcelonesa, posiblemente recuerdos del autor. Pero esos años españoles no se pueden contar sin referencias al África sangrienta. Y Cortada nos traslada a escenarios marroquíes y saharianos a partir de la página 228 y hasta la 258  para contarnos las desventuras de un español cautivo en 1921. La curiosidad del episodio es que el autor da por buena la vieja leyenda de que hubo prisioneros españoles que acabaron en el Sahara, desaparecidos, y uno de ellos logró escapar para contar sus peripecias en la novela de Cortada.

   Clemente Cimorra, nacido en 1900 en Oviedo, tuvo que exiliarse a Argentina tras la Guerra Civil y murió en Buenos Aires 1958. Recojo sus datos biográficos del blog Correo.com de Francisco Arias Solís. Fue redactor de Mundo Obrero y sus crónicas de la guerra se recogieron en dos volúmenes: España en las trincheras y Héroes del Pirineo español. En Buenos Aires trabajó de periodista y tuvo cierta actividad política entre los exiliados. Autor de dramas, ensayos y novelas. La novela 4 en la piel de toro, es un dibujo del principio del siglo XX en España a través de cuatro jóvenes. La parte que corresponde a Marruecos es tal vez la menos política del libro y resalta las aventuras juveniles de unos muchachos obligados, como tantos otros, al sufrimiento de la guerra.

    Fernando Cobo es quizás el más crítico de todos estos autores. La novela tuvo que ser editada en México, en pleno franquismo, porque no hubiera pasado la censura española. La acción discurre desde las guerras de Cuba y filipinas hasta la Guerra Civil, pasando como es natural por las de África. Estas historias le sirven al autor para contraponer dos visiones de España, una representada por militares rancios y anacrónicos y otra por jóvenes dispuestos al cambio. En el interior de la contraportada Fernando Cobo escribe: Todo el libro es un impulso. No sé escribir, sé decir el sentimiento y la emoción del amor, del odio… Es un libro que flagela, que hiere. Ofenderá a muchos españoles, quizá a todos, pero, incluyéndome en esos todos, tengo que gritar: ¡Imbéciles! Porque no hemos sabido nunca ser una nación, y nos hemos visto enfrentados y divididos por el juego de unas castas a quienes conviene mantener su hegemonía explotando la lucha de los que nada tienen contra los que tienen, pero poco, para que ellas, los que tienen mucho, vivan bien. Repito: ¡Imbéciles! Es la novela de un exiliado, llena de críticas no disimuladas al estamento militar que representaba Franco, entonces en el poder. No le importaba tanto la fidelidad a la historia como la intención política.

   Rivera Llácer nos habla de los Montenegro. Según se deduce de sus palabras introductorias, hay algo o mucho de su propia familia en ellos. La milicia era una salida aceptable para los hijos de familias campesinas con pocas posibilidades de prosperar en la España rural. En el Ejército tenían una profesión y posibilidades de mejora. Pero eran tiempos difíciles y la guerra era una certeza. La novela comienza en los días de Igueriben y va desarrollándose hasta 1936. Tiene una larga secuencia de episodios históricos y de la convulsa política de la época que llevó a la Guerra Civil. La parte que nos interesa, la que se desarrolla en marruecos, es un relato detallado de la caída de la posición de Igueriben. Es difícil escribir ya con originalidad sobre los acontecimientos que acabaron en la rota de Annual y el derrumbamiento de la Comandancia de Melilla. Se puede volver a hacerlo, pero es un tema casi agotado. Habría que buscar una originalidad, una manera nueva de contar. Pero no se puede juzgar el resultado de esta novela sólo por las pocas páginas dedicadas a Marruecos.


   Al tratarse de visiones familiares, casi todo ellos ponen el acento en el sufrimiento individual y familiar, en el sacrificio desigual de unos españoles frente a otros, en el dolor de las personas y no en la visión de gesta militar de algunos escritores ilusionados con la patria. 

viernes, 11 de octubre de 2013

AVENTUREROS EN TÁNGER ( y 2)

VIÑUELAS, María: Los vencidos (M. Aguilar editor. Madrid 1946. 329 páginas).
MATERJÓN, J.: Agadir (Editorial J. C. Madrid 1963. 198 páginas).
BLANQUE BEL, Enrique: Antes que el verano se acabe (Talleres de Éditions Marocaines et Internationales. Tánger 1965. 169 páginas. Ilustraciones de Jean Gaston Mantel).
SALVADOR, Tomás: Hotel Tánger (Editorial Planeta. Barcelona 1955. 333 páginas; Editorial Bruguera. Barcelona 1967. 334 páginas; Editorial Marte. Barcelona 1968. 315 páginas) (Edición con Cuerda de presos y El haragán: Editorial Vergara. Barcelona 1962. 929 páginas).
SOROLA, M. de la: Elagarre, el tangerino (Editorial J.L.A. Madrid 1988. 239 páginas).
FORTES, Susana: Fronteras de arena (Premio Primavera de novela. Editorial Espasa Calpe. Madrid 2001. 245 páginas).
ROCA VICENTE-FRANQUEIRA, Javier: La aljamía (R V F editorial. Alicante 2008. 216 páginas y 3 hojas).

   Quizás la primera novelista que vio la importancia narrativa que podía tener el ambiente tangerino fue María Viñuelas que en 1946 publicó Los vencidos. Aunque la novela comienza en una línea parecida a la novela femenina tan popular en la época, va ganando en calidad e intensidad según se avanza en su lectura. La autora, de la que desconozco todo, describe la sociedad tangerina entre la Guerra Civil española y la II Guerra Mundial. Tiene los elementos moralizantes de los escritores franquistas, incluso cierto antisemitismo, ofrece el contraste entra la sociedad de fiestas y lujo y el fondo inmoral de los negocios tangerinos.


  Tomás Salvador, al que ya dediqué una entrada, se asoma a Tánger en una novela coral escrita con gracia. Hotel Tánger enlaza la historia de cada huésped del hotel con la del siguiente, construyendo una novela que se forma por historias diferentes. Todos ellos son personajes típicos de la ciudad cosmopolita, falsa, eventual y aparente. Una ciudad en la que había riqueza, es decir posibilidades de vida para los perdedores de la Europa post bélica, para los emprendedores sin recursos, para cualquiera. Los años cuarenta y tantos fueron los años fabulosos de Tánger. La ciudad internacional respiraba bienestar y tranquilidad. Los grupos étnicos y las religiones se respetaban mutuamente y en tal ambiente de tolerancia y riqueza la vida resultaba agradable, escribía el novelista. Aunque tras el brillo se escondía también el delito, la frustración y el dolor. En las calles, en los cafés, en el hotel se encuentran el importador y el naviero con el limpiabotas indígena, la empleada con el violinista, el comerciante hindú, el reportero inglés que se encuentra en el cabaret con un arquitecto, un industrial, un intermediario…, que van desarrollando sus oportunidades y de esa manera Tomás Salvador nos muestra la ciudad que él concibió o conoció, o las dos cosas. La ciudad tolerante, oportunista y alegre, y los tipos que la poblaban en los que existía un cierto grado de aventura en todos porque dejar el país para instalarse en otro siempre es una aventura.
   
   

















   Ya antes de Salvador, Blanque Bel había utilizado la técnica del contrapunto, de enlazar historias distintas de personajes distintos en Antes que el verano se acabe, novela de 1965 que vio la luz en la ciudad internacional donde el autor vivía. También hay un turbio asunto criminal y la irrupción de los que se dedican al contrabando, pero la novela de Blanque es un retablo de perdedores. Frente a la opulencia, nos muestra un catálogo de humildes habitantes y delincuentes de medio pelo.

   Si en la novela de Tomás Salvador hay personajes de todo pelaje, Sorola nos presenta en Elagarre el tangerino la contraposición entre los arribistas y el fiel a sus ideas. Es una novela curiosa, intransigente con un ideario falangista que sigue el autor. La acción se desplaza entre la Guerra Civil y 1987, con una incursión en la Guerra de Ifni. Quizás sea una novela que bebe de la memoria del autor, no lo sé, pero sí que hay un conocimiento de primera mano de la ciudad.

      Materjón es un raro escritor que había publicado en México en 1959 la novela Un pícaro de nuestro tiempo sobre la situación en India y Pakistán. En Agadir, aborda un asunto poco tratado en la novela española, las catástrofes naturales, en este caso el terremoto que asoló la ciudad marroquí. Por la fecha, la novela no es propiamente colonial pero recoge, en sus capítulos tangerinos, el final de la existencia de los pícaros financieros y de los contrabandistas que pulularon por el Tánger internacional haciéndola su casa.

   Susana Fortes es muy minuciosa en la descripción de Tánger en su novela Fronteras de arena (2001). Se arriesga con una novela ambientada en la postguerra española y en el dominio nazi en Europa, en la trama de espionaje africano donde Tánger era punto principal. Intenta no caer en la novela negra, aunque tiene mimbres para hacerla y discurre hacia el dibujo psicológico de los personajes. Tal vez no sea la mejor novela de la autora pero resulta interesante para el lector.

   Por último, un relato de un escritor española nacido en Tánger. El conocimiento de la ciudad y de la historia subyace en una trama de misterio, tesoros y lucha de poder en la ciudad internacional en los años cincuenta del pasado siglo. Combina la ficción con la aparición de muchos personajes reales, más o menos conocidos, para crear un mosaico ilusionante. Se le podía decir que le falta enredo, que no desarrolla los hallazgos de su historia.


   El ambiente tangerino también fue aprovechado por algunos escritores hispanoamericanos. Así el chileno Eugenio Matus publicó en 1966 Encuentro en Tánger (Editorial Zig-Zag).

jueves, 3 de octubre de 2013

MELILLA EN LA NOVELA EXTRANJERA

GRALL, Xavier: Cantique à Mélilla. (Calmann-Lévy. Paris 1964. 245 páginas; Terre de Brume, 2011. 140 páginas y 2 hojas. Prefacio de Pierre Tanguy).
KRANZ, Herbert: Die nacht des verrats: Abenteuer in Marokko (Herder. Friburgo 1957. 209 páginas. Muchas ediciones posteriores)
   Grall (1930-1981) es un escritor raro dentro de la literatura francesa. Nacido en Bretaña y muy vinculado a su tierra, murió joven y sus obras siguen reeditándose desde sus primeras ediciones. Era un aceptable poeta que llenaba de lirismo las novelas, periodista vinculado a La Vie Catholique Illustrée donde firmaba como Saint-Herbot u Olivier, pero también colaboró con otros periódico y revistas como Le Monde. Desde 1958 hasta su muerte publicó novelas, ensayos y poemarios. Fue a cumplir su servicio militar a Marruecos (mayo 1953-septiembre 1954) y quedó fascinado por el país. Pero su visión exotista (amable, partidario de la convivencia y el sentimiento de ayuda desinteresada) se truncó cuando –reservista- es llamado para la guerra de Argelia. Esta trayectoria de la ilusión a la amargura la recogió en sus libros La génération du Djebel  y Africa blues, ambas publicadas en 1962, y Cantiques à Mélilla de 1964. Las dos últimas han sido recientemente reeditadas por la editorial Terre de Brume, dedicada a la literatura de Bretaña.
Xavier Grall
   Grall elabora sus recuerdos románticos de Marruecos y los trágicos de Argelia, aunque sin referencias históricas reales. La nostalgia colonial, trufada de melancolía y cafard como ya se veían en algunas novelas de Pierre Loti, degenera tras la violencia política independentista. El deseo de emancipación tal vez confundió el camino y llevó a la guerra y el terrorismo. A veces se confunden los deseos de libertad de un pueblo con el ansia de poder de sus dirigentes y el coste de la aventura es superior al previsto. El terrorismo de los opuestos a la independencia está en la base de este relato que, lejos de discurrir por caminos políticos, se vuelve intimista. Es posible que Grall, como tantos otros, se viera defraudado por unos y otros, superado por la situación creada y muy pesimista respecto a la solución y al futuro. Pero entiende que las verdaderas soluciones están en el interior de cada persona. El amor, tardío, desacostumbrado, común, supone la rehabilitación del asesino.





   ¿Qué pinta Melilla en un relato de franceses en Marruecos? El hombre herido, fracasado, perseguido para ser muerto, sueña como último recurso el sitio ideal donde descansar, protegerse y vivir en paz. El personaje se imagina que ese lugar es la Melilla española en el África hostil. Melilla hospitalaria, amistosa, protectora como una mujer madura de duras y buenas carnes, palpitante de deseo y maternidad, la mujer culpable, dominadora, instintiva, terrenal, de la gleba, carnal, la mujer milagrosa que nos libera a pesar de su falta, de su pecado. El personaje atormentado sueña con una única salida posible y es una ciudad española en África, desconocida pero idealizada, donde descansar y vivir la vida feliz porque la felicidad casi siempre está en otra parte. Grall escribe una literatura que hoy no vendería, que tendría incluso serias dificultades para publicar. En su novela se impone el sentimiento, la introspección psicológica, el estado de ánimo. No hay aventuras, tesoros ocultos, amores románticos ni seres extraordinarios.

   Melilla ha sido escenario de escenas, aunque no de novelas completas, de relatos muy populares en su época. Así, uno de los reyes de la novela de aventuras popular, Ernest G. Hornung, creador de Raffles el rey de los ladrones que fueron traducidas al español en la primera década del siglo XX y que vivieron varias ediciones (las últimas que conozco las publicó Valdemar en 1994). Raffles era Lord Lister, un ladrón de guante blanco que iba por el mundo de episodio en episodio y que llegó a las costas del Rif en la novela titulada El tesoro de El Roghi. La acción pasa por la ciudad de Melilla pero con poca coincidencia con la realidad. También Salgari hace alguna pequeña referencia a Melilla en Los bandidos del Rif (1911).
   Más curiosidad me despierta la novela del alemán Herbert Kranz La noche de la traición (1957). Es un autor de libros de aventuras muy leídos por los jóvenes, en la línea de Karl May. Alguna de sus novelas ha sido traducida al español como En las garras del sin nombre (1956), Perdidos en la selva virgen (1957) y La muerte acecha en el cañón de los esqueletos (1957). Aunque nunca se tradujo esta novela situada en el Rif español y que, curiosamente, en la edición francesa se titula Traición en Melilla ( Trahison à Melilla, Editions Alsatia 1968). Kranz practica la novela de aventuras juvenil. Un escenario exótico, unos personajes pintorescos para el occidental y una historia que participa de la realidad del ambiente y de la fantasía del autor.  Tiene una serie de novelas protagonizadas por Los justicieros del globo, una pandilla de benefactores de la humanidad que actúan por altruismo. En esta ocasión aparecen en el marruecos español en plena rebelión de El Roghi Bu Hamara. Poco que ver con lo que pasó realmente, pero curiosas literaria aunque de segunda fila.
   Estos autores de novelas de aventuras vieron en el Marruecos español el Oriente más cercano. Era el lugar ideal para situar los episodios novelescos: próximo a Europa, lleno de misterio y de zonas cerradas a los extranjeros, en permanente rebeldía contra el sultán y guerra contra el ocupante, lleno de personajes pintorescos incluso de personajes extraordinarios que existían en la realidad. En ese escenario Melilla era una ciudad distinta a todas. No era colonial, pero estaba rodeada de Marruecos. Su régimen político y administrativo no era igual al peninsular. Aparecía repleta de militares que hacían la guerra. Y se presentaba aislada.
   En la novela de Kranz, Melilla es sólo una referencia que el traductor francés aprovechó para el título. La novela se desarrolla en Marruecos español y en Tánger. Los alrededores de Melilla, nunca descritos con precisión, es el reino falso de Bu Hamara. Melilla es una salida para todos los aventureros, una ciudad mítica. La salvación que se piensa, la ideal, como en Grall, un lugar donde sentirse seguro. Una ciudad ideal fuera de la coordenada geográfica normal que sirve de paradigma pero que es ignorada por los que la idealizan.
Herbert Kranz