miércoles, 2 de marzo de 2016

NOVELAS DE SIDI-IFNI (2): LAS CONSTELACIONES INDIFERENTES de JORGE OMAR VIERA

VIERA, Jorge Omar: Las constelaciones indiferentes (Editorial Funambulista. Las Rozas  2015. 358 páginas + 2 hojas).

  
La última aportación al imaginario de Ifni en la novela española, por el momento,  se la debemos a Jorge Omar Viera, escritor de origen argentino y de destino ambulatorio. Una de sus residencias estuvo en Marruecos y allí pudo encontrar inspiración para Las constelaciones indiferentes (2015)[1], título que tomó en préstamo de unos versos de Michel Houellebecq. Al autor no le importa la fidelidad histórica ni tampoco es fiel a la geografía. Ifni es un escenario fingido, una escusa perfecta para situar los sentimientos del aislado personaje. Sitúa al territorio español en el Sus, nombre administrativo de la región actual de Marruecos, pero nunca en la época se identificaba a Ifni con tal río que quedaba más al norte. Ni tampoco era un desierto de arena como nos lo hace ver. Pero eso no significa que el autor no sepa historia y geografía, de hecho dedica páginas a recordar el pasado de Santa Cruz, los escritos de García Figueras y de Viera Clavijo o las aventuras del británico Glas. Sino que no le interesaba un relato de minuciosa reconstrucción histórica. Lo que le importa es el cafard o deterioro psíquico de un militar desplazado, solo y asombrado porque lo que creía un destino privilegiado se convierte en un destierro infinito. Es un tema recurrente en la novela colonial, pero no está agotado porque los vericuetos del alma son siempre un buen arguemnto para la ficción. La contraportada nos enseña que la novela tiene ecos de Buzatti y de Bowles, y efectivamente recuerda a El desierto de los tártaros en algunos de sus episodios. También a otros autores que novelaron la depresión africana como Pierre Loti o Ennio Flaiano.

   Viera, como decimos, exagera la soledad y el apartamiento de Sidi Ifni hasta hacerla irreconocible. En algunas páginas da señales cierta de localización, como la inevitable mención a La suerte loca que era un restaurante punto de encuentro de soldados en el servicio militar y que gusta mucho a los novelistas posteriores. Pero el lugar maldito, situado en tierra de nadie, alejado y hostil no es reconocible sino imaginable. Deriva hacia operaciones militares que nunca tuvieron lugar ¿Cómo se sostiene la autoridad en el desierto? ¿Existe alguna regla, alguna pauta que sigan tanto los dromedarios como los escorpiones o las dunas o los ciempiés o los nómadas? (página 95), se pregunta el teniente coronel Laplace como interrogándose por el significado de su absurda misión iniciada con la ilusión con que se aborda lo importante y que pronto cae en la decepción del apartamiento, tal vez preterición profesional. Y va cayendo en la melancolía de los tristes, de los que no encuentran sentido a lo que hacen. Lo que le lleva a recordar los años pasados y felices, la infancia, la juventud en el norte de España en un paisaje tan distinto. Y con eso pasan las páginas de la novela, entre imágenes sentimentales y ansiedad vital. La rememoración de sus días en Asturias, enmarcados en los conflictos sociales que van desde la revolución de 1934 hasta la Guerra Civil.
   Laplace es un hombre atribulado y sus tribulaciones constituyen e argumento central del libro, intimista y psicológico. Por eso, a veces Ifni es una parte esencial y diferenciadora del relato y otras parece un lugar cualquiera sustituible por otro. La novela no tiene una estructura unitaria ni una escritura uniforme. Es, sin duda, una aportación distinta a la novela colonial hispanoafricana. La novela se agranda con aportaciones diversas: la vida de Franco, la ocupación de Ifni, la política internacional. La place se hace intermitente. El lector pierde el hilo principal para volver a recuperarlo páginas mediante. Todo ello porque la historia la va contando el periodista que encuentra, en la época actual, los papeles del militar y los va interpretando/desenmarañando según los avatares de su vida personal. Laplace ve que su destino especial es solo un destierro y que el que lo llevó hasta allí con la promesa de una buena carrera –el mismísimo Franco- lo engañó inexplicablemente. Y se veía encerrado, impotente para salir de la trampa. El engaño inexplicable del dictador amigo sirve de ejemplo para explicar la dictadura.
Quietud, óleo de Rafael Pellicer (Medalla de Honor en la II Exposición de Pintores de África 1952)
   Laplace sufre la transformación final, casi milagrosa, en un viaje al Sus. Hay un cambio radical en su manera de pensar y en sus afectos políticos. El territorio lo ha transformado sin darse cuenta. El mundo se le abrió desde un agujero. Pero al final le falta algo que redondee el relato.





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