viernes, 14 de julio de 2017

NOVELA EXOTISTA Y MARRUECOS (4): AIXA de LUIS PÉREZ LOZANO, LUNA DE TETTAUEN de ALFREDO CARMONA

PÉREZ LOZANO, Luis. Aixa. Novela de costumbres marroquíes (Editorial Sempere. Valencia 1925. 330 páginas + 2 hojas).
CARMONA, Alfredo: Luna de Tettauen. Novela de amor al margen del Protectorado (Editorial Caro Raggio. Madrid 1926. 293 páginas. + 2 hojas. Prólogo de Enrique Gómez Carrillo).

    La novela exotista colonial es un subgénero que tuvo cierto predicamento entre los escritores ocasionales que soñaban ser Pierre Loti. Es una manera de novelar de funcionarios, militares y misioneros. Personas que conocían el país, que se sintieron atraídos por lo diferente sin dejar el sentimiento de superioridad europea, que creyeron en la misión colonizadora sin críticas y que pensaron que lo que ellos vieron podía ser interesante para el lector metropolitano curioso por lo que se vivía en ultramar. Fue una temática temprana en el Protectorado, propia de los primeros años hasta que la guerra cruel cambió el gusto o el interés de escritores y lectores. En este tipo de novela hay mucho de reportaje periodístico, de narración de costumbres pintorescas dibujadas con la suficiente distancia como para quedarse solo con lo grueso, bastante de comparación de civilizaciones propia de los colonialistas y un poco de desprecio hacia el modo de vida –mejor dicho, hacia ciertas facetas del modo de vida- de la población local, fundamentalmente lo referente a supersticiones, vida privada, trato a la mujer, ejercicio abusivo del poder,  arbitrariedad en la justicia y otras cuestiones parecidas que debió ser el sustrato generalizado de las conversaciones domésticas sobre el mundo colonial.
   Dentro de esta tendencia exotista hay una especial predilección por el amor interracial. La seducción que las mujeres marroquíes ejercían sobre los militares españoles, jóvenes que empezaban a vivir independientes, que tenía toda la fuerza de la juventud y que llegaban de una sociedad en las que las mujeres todavía pretendían mantener la virginidad hasta el matrimonio. La mora era el escape y la fantasía. Divagaban los autores sobre amores en situaciones en que las mujeres marroquíes, sojuzgadas por sus hombres, caían rendidas ante los españoles que las trataban mejor. Con independencia de la falsedad de este tópico, porque en realidad los militares españoles se conformaban con prostitutas, hay en ese motivo una parábola de la colonización tal y como la entendían: la débil colonizada se entrega al fuerte colono porque entiende que es superior y su modo de vida también.
   Hay algunas novelas escritas por militares. Dos ejemplos:
   Luis Pérez Lozano fue interventor militar. Tiene algunas publicaciones: la conferencia sobre Ifni-Sahara en el Curso de Interventores de 1948 (Tetuán 1948) y otra titulada La impronta hispánica en la educación y cultura de Marruecos durante medio siglo de Protectorado en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas el día 14 de febrero de 1962 y publicada en Archivos del IDEA nº 64. También fue guionista de Em-Nar, la ciudad de fuego (1951) dirigida por José González de Ubieta, una película de aventuras africanas. Su novela Aixa, escrita en 1922 y publicada en 1925, es fruto de su primera experiencia, recién salido de la Academia y destinado a Tetuán (Beinatz en la novela). El libro está escrito correctamente, pero con mucho detenimiento en los aspectos puramente etnográficos en detrimento de la acción. Las primeras cien páginas es un recorrido casi turístico sobre costumbres moras, entendidas a la manera de los militares jóvenes españoles que vivían en república en Tetuán. Después hace un lento resumen del descubrimiento de la mujer que se enamora. Este tipo de narración hoy aburre porque el conocimiento del país y sus costumbres de obtiene rápidamente por otros medios. Pérez Lozano es un joven fascinado por un mundo nuevo y trasmite su fascinación, pero poco más. Cerca de la página 200, empiezan las escenas de guerra en Yebala de las que debió de ser testigo. Hay más emoción, más sentimiento. Pero no deja de ser una novela con poco argumento, una narración de batallitas entre compañeros. Y el trasfondo de la atracción que ejerce Aixa sobre él y que nunca culmina.
   Alfredo Carmona fue un periodista de cierta fama, colaborador de revistas como Blanco y Negro. Antes fue oficial del Ejército destinado algún tiempo en Marruecos; después comenzó a escribir en El Liberal de Sevilla (donde había nacido en 1875) y luego pasó al ABC de Madrid como periodista de batalla, gacetillero y redactor anónimo. Murió el 6 de noviembre de 1939. Fue autor de algunas obras de teatro y novelas. En concreto la que se refiere al Marruecos colonial, Luna de Tettauen, fue publicada en 1926 (en el libro no aparece la fecha pero la tomamos de la recensión que publicó en diario ABC. Como prólogo, reproduce un artículo de Gómez Carrillo dedicado a la ciudad de Fez.
   Carmona escribió la novela de lo que había conocido, la vida del militar en Marruecos. Con todos los logares comunes y todas las fantasías habituales, entre ellas la erótica. El militar conoce a la mora en un mercado y, sin más, surge el flechazo: Veinticinco años reprimidos en su fuego por la virtud forzosa de los campamentos, son causa bastante para que una imaginación sedienta de aventuras acuda al señuelo de unos ojos que han mirado tiernamente, aunque la poseedora vaya envuelta en el ropón sin forma de las moras, y ella pertenezca a raza tan amurallada contra el amor como la árabe (página 30).

   Luna de Tettauen es una novela que gira en torno al enamoramiento de un oficial y una mora joven y casada. Una historia convencional en la novela exotista del Protectorado. No hay más emoción que las reacciones del marido burlado y alguna historia de amoríos paralelos. La traición, el miedo, el fatalismo que estos autores ven en lo árabe. En este caso, los amores no terminan en boda sino en violencia y olvido. Un militar le dice a otro, como resumen de la filosofía del relato: Hay que olvidar el encanto de estas mujeres… Esta vida no es para los europeos. Aquí está uno siempre a pique de perder la cabeza, después de perder el corazón… (página 288).
Blanco y Negro nº 2184, 23 abril 1933

   Ambas novelas tratan de una fascinación erótica, de amores incumplidos, de ensoñaciones de adolescentes y de tragedia del destino que impide, en definitiva, a los autores dar un final que la sociedad española lectora de estos libros no iba a admitir: Una cosa era la diversión y otra el compromiso.