viernes, 10 de noviembre de 2017

LAS NOVELAS DE TÁNGER (8): TÁNGER: AL OTRO LADO DEL ESTRECHO 1898-1936 de JUAN TOMÁS RUIZ CHICA y MEMORIA DE UNA CIUDAD QUE YA NO EXISTE de JAVIER LÓPEZ


RUIZ CHICA, Juan Tomás: Tánger: al otro lado del estrecho 1898-1936 (Autoedición/Letras de Autor. Amazon 2016. 296 páginas).


   Tánger: al otro lado del estrecho es una de esas novelas pedagógicas que tratan de enseñar historia aprovechando una ficción. El autor recorre la vida en la ciudad de la mano de sus personajes y da noticias sobre los que aconteció en el pasado. Es algo más que una novela sobre Tánger, es la vida de una persona de un pueblo de Córdoba que acaba en el ·ejército, tiene que acudir a Marruecos y es testigo y protagonista de la guerra. En esto el libro trata de reflejar a cualquiera de los españoles de esa época que pasaron por algo similar, el cambio en la vida de la España rural, la desaparición de oficios tradicionales y la vida castrense como salida. La legada a Melilla, el cambio a Tánger. Historias cruzadas de personajes que van componiendo su vida al otro lado del estrecho siendo testigos de toda suerte de conflictos y penalidades.




LÓPEZ, Javier: Memoria de una ciudad que ya no existe (Ediciones Carena. Barcelona 2017.123 páginas).

   Completamente distinta es la novela de López que coge para el título una expresiva frase de Ramón Buenaventura (escritor con el que comparte una juventud tangerina). Es la evocación sentimental, poética en ocasiones, de la vida perdida en una ciudad que ya no es lo que fue y por eso ya no existe. El hombre que rememora la infancia feliz. Por eso relata la visión del mundo de un niño, de la ciudad que es su universo y en donde no hay (por raro que parezca en las novelas de Tánger) contrabandistas mafiosos, cabarets de prostitutas ni espías nazis. El mundo del niño es la familia con sus contradicciones, la escuela y la calle, los amigos y algo extraño a todo eso pero con lo que convive: los otros niños de otras lenguas, religiones o razas que se integran en el pequeño universo infantil. El autor escribe: Mi mirada de niño no se corresponde con lo que ven los adultos. Mirar es estar solo y lo que ves es una parte de lo que ocurre… (página 73).
   Los años en que se va descubriendo qué es verdad en la vida en una ciudad llena de leyendas y misterios trasmitidos oralmente y, en ocasiones como le pasaba al tío Lisandro, engrandecidos o exagerados para causar mayor sorpresa en los escuchantes: Nos daban lástimas las mujeres de sus historias, siempre sometidas al arbitrio de unas costumbres que ahora se antojan improbables, pero que entonces formaban parte del mundo bien hecho para que la locura, la hamaka, no entrara en el entendimiento de hombres y mujeres y lo echara todo a rodar hasta dejarte convertido en un kafir, un infiel, que solo puede esperar a Satán para que gobierne su vida. Una vez que está dentro no se puede hacer nada. Alá, Yaveh o Jesucristo no pueden hacer nada y lo mejor es acudir a un morabito (páginas 51-52). Y por eso, entre la realidad y la imaginación, el mundo infantil era el perfecto: La libertad solo existe para los niños, los mayores tenemos que penar para escaparnos de la pena negra (página 52), como exclama el mismo personaje.
   Pero el escritor es un adulto que recuerda el pasado porque ha alcanzado una edad en que los recuerdos llenan la memoria. Los años vencen el optimismo. El escritor se vuelve melancólico: Y es que los recuerdos de la infancia abonan los sueños cuando eres adulto. Al despertar tienes la sensación de haber traicionado esos sueños que se difuminaban entre los residuos de un presente siempre a caballo de lo que está por venir o de lo que pudo haber sido. Por tanto, el pasado no era solamente lo que sucedió y podría recordarse, sino lo que sucedió entre medias y fue modificado para adecuarlo a la conformidad de nuestra existencia. ¿Qué más da si nos mentimos para ablandar la conciencia? (página 89).

   El libro tiene además la virtud de no ser reiterativo ni circular. Tiene el número justo de páginas que requiere la historia. Es una de esas lecturas que deja el gusto de lo bien escrito. 

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