viernes, 2 de febrero de 2018

NOVELAS DEL DESASTRE DE ANNUAL (18): KELB RUMÍ de VÍCTOR RUIZ ALBÉNIZ

RUIZ ALBÉNIZ, Víctor: ¡Kelb rumí! (La novela de un español cautivo de los rifeños en 1921) (Rivadeneyra. Madrid 1922. 304 páginas + 2 hojas).

   Víctor Ruiz Albéniz es un escritor peculiar y original. En 1908 llegó a Marruecos gracias a un empleo de médico que el conde de Romanones le consiguió en el Sindicato minero que iba a explotar los yacimientos de Beni bu Ifrur. Quería compaginar su profesión sanitaria con la otra que ejercía desde estudiante, el periodismo. Al llegar a las minas se dio cuenta de que no había minas, ni trabajadores, ni dispensario, ni nada parecido. Y se dedicó a conocer el Rif oriental, sus gentes, costumbres… De ahí le viene el seudónimo que utilizó en muchas ocasiones El tebib arrumi o médico cristiano.


   Ruiz Albéniz fue un escritor (en temas del Protectorado) de línea patriótica, convencido de la bondad de la colonización a pesar de los abusos que había que combatir, partidario de acudir a la guerra si no había otra solución y muy amigo de militares. Su amistad con Franco venía de esa época y luego fue uno de sus principales propagandista en la Guerra Civil. Es autor de ensayos como La campaña del Rif (1909),  El Rif (1912), Ecce homo (1920), España en el Rif (1921), Tánger y la colaboración franco-española en Marruecos (1927) y otros.

   También fue autor de tres novelas sobre Marruecos. Dos breves que ya comentamos http://novela-colonial-hispanoafricana.blogspot.com.es/search/label/Ruiz%20Alb%C3%A9niz
: La carga de Taxdirt y Bu suifa, ambas de 1914 y una larga -¡Kelb rumí!
   Kelb rumí es la metáfora literaria de su propio pensamiento colonial. Se concentra en la figura del médico –que el autor conoce de propia mano- como ejemplo de la labor benéfica de España en Marruecos, de la reacción violenta de los rifeños que no comprenden ese beneficio y la guerra como resultado final en la que se acaba imponiendo la parte más fuerte en todos los sentidos y que la presenta como el mal menor para acabar con la barbarie secular y el atraso.


   Pero Ruiz Albéniz presenta algunas características originales. Es un escritor clásico en su manera de narrar, aunque tiene fuerza en lo que cuenta. Es lógico si tenemos en cuenta que la materia real daba para la tragedia y para colocar al lector en la posición del sufrido soldado español. Pero, a diferencia de otras novelas más simples y de una sola intención, el autor aprovecha para dar a conocer detalles de la vida rifeña, de costumbres sociales y religiosas y modo de gobierno local. Y lo hace sin esa sospecha de turista accidental que tienen otros novelistas ocasionales. Y, por último, plasma también el punto de vista del rifeño en alguno de sus capítulos. Reconociendo que, como en el bando español, los había buenos, malos y regulares.
   Así lo explicaba el cherif:
Penetraron en nuestra tierra con engaños y promesas falsas de amistad. Dijeron que venían como amigos a ayudarnos en todas nuestras necesidades, respetando nuestras leyes, nuestras propiedades, nuestras costumbres y nuestras creencias. Los dejamos entrar creyendo que la verdad anidaba en sus pechos y fluía por sus labios, como brota en las peñas el manantial que Dios puso en la tierra para nuestro bien. Pero mentían, nos engañaban. Con apariencia de amigos fueron entrando por la tierra sagrada donde duermen  nuestros antepasados, muertos en la gloria de Dios, sin otro derecho que el de su fuerza, ni más pretexto que el de su ambición. Se instalaron allí donde quisieron, se entraron en nuestra vida, nos impusieron jefes que no tenían calidad para serlo, y al amparo de ellos abusaban de su autoridad y atropellaban el legítimo derecho de nuestros hermanos. Aun aguantábamos, aun fuimos muchos los que continuamos creyendo que aquello solo podía ser fruto de la ignorancia y del error; pero lejos de enmendarse cuando del mal que hacían les advertimos, continuaron su obra, infestando nuestras vidas con sus costumbres maldecidas y logrando que muchos buenos creyentes diesen en la práctica de aquellos vicios que condenados quedan como pecados sin perdón en la ley sagrada del profeta (pp 176-177).
   En fin, una novela diferente aunque sea sobre una temática que empieza a dar muestras de agotamiento.




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