viernes, 27 de abril de 2018

NOVELA EXOTISTA Y MARRUECOS (6): NEIMA, LA SULTANA DE ALCAZARQUIVIR de JOSÉ MARÍA LÓPEZ


LÓPEZ, José María: Neima, la sultana de Alcazarquivir (Editorial Marineda. Madrid 1935. 356 páginas + 1 hoja).
   El padre López Queizán fue un franciscano que llegó a la misión de Tánger y realizó una meritoria labor bibliográfica, con  publicaciones pedagógica como El maestro en la vida social o Educación completa del niño. Algunas sobre las misiones como la Memoria del Vicariato Apostólico (1935) o el Catálogo bibliográfico y el Catálogo de la Exposición de la Misión, todos publicados en Tánger. O su obra más extensa: El padre Lerchundi. Biografía documentada (Madrid 1927). Otras: Las misiones franciscanas en Marruecos (1931) La Asociación de Damas de la Caridad de Tánger (1935), La obra misionera en Marruecos (1945), La Orden franciscana en la asistencia  a cristianos cautivos en Marruecos (1945) y otras.

   En 1935 apareció la novela Neima, la sultana de Alcazarquivir, un relato larguísimo de poca estructura novelesca y lleno de exotismos y figuraciones. Es, como otras muchas novelas de la época, una historia de amores irreales, incomprensibles y absurdos. El capitán Olivares se enamora de una mujer marroquí a la que solo ha visto una vez, de la que no entiende el idioma y de la que desconoce todo menos la forma de su cara. Como ambos son ejemplos de bondad y sencillez, la historia acaba en boda. Con la premisa, propia de un fraile, de la conversión de la mujer al catolicismo.


   Uno de los lugares comunes del exotismo son los amores interraciales. En la novela de colonos y turistas ocasionales, abundan las historias en las que la mujer mora acaba rendida a los encantos del mozo español, normalmente militar. En realidad era enmascarar uno de los atractivos de las colonias para los colonos, el sexo fácil basado en el dinero o en la prevalencia del colono. Los españoles de aquellos años estaban acostumbrados a las prostitutas antes de contraer matrimonio con mujeres honestas, virtuosas, que llegaban vírgenes al altar. Marruecos suponía un desahogo para sus deseos. Cuando los franceses quisieron imponer en Argelia un Código Civil que comprendiera también familia y sucesiones, fracasaron. Entre otras cosas, porque los argelinos no estaban dispuestos a renunciar a la poligamia. Y les achacaban a los franceses que tuvieran la mujer legítima en Francia o en Argel y convivieran con una argelina en la posición o la ciudad de guarnición. Mentiras e hipocresías.

   Lo que hace el padre López es derivar el erotismo magrebí tan del agrado del militar europeo hacia la moral católica. Lo que normalmente era una aventura sin más consecuencias, lo convierte en un amor cristiano, una llamada a la religión cristiana y una boda canónica en toda regla. Usando el amor humano para aludir la prohibición de apostolado que tenían los misioneros católicos en el Magreb musulmán.

   La historia es absurda, incomprensible y poco atractiva desde el punto de vista literario. Excesiva en capítulos y carente de observaciones sociales que contrarresten la rancia moral de otra época.

jueves, 19 de abril de 2018

NOVELAS DEL DESASTRE DE ANNUAL (20): EL NOMBRE DE LOS NUESTROS de LORENZO SILVA


SILVA, Lorenzo: El nombre de los nuestros (Destino. Barcelona 2001. 285 páginas + 1 hoja; Booket. Barcelona 2002. 284 pp; Planeta-De Agostini. Barcelona 2004. 284 pp; Somadil; Casablanca 2012. 247 pp.).
-          Carta blanca (Espasa. Madrid 2004.346 páginas; Booket. Madrid 2005. 346 páginas).

   Cuando Silva Publicó El nombre de los nuestros en 2001 ya era un autor conocido y ganador del premio Nadal del año anterior con El alquimista impaciente. Pero la novela que comentamos supuso un cambio en la temática de su narrativa, dejó el presente  y volvió la mirada literaria a la guerra de Marruecos. Por su manera original de abordarla, se puede considerar un hito en el ciclo narrativo de Annual que tiene un largo y discontinuo recorrido, autores dispares, visiones contrapuestas y grandes diferencias de calidad.

   Lorenzo Silva, que conoce los hechos y la bibliografía, aborda el argumemnto con dos características. Primero, sitúa la acción no en el campamento principal, sino en las posiciones avanzadas cercanas a la costa: Afrau, Sidi-Driss y Talilit. Los hechos principales sucedidos en Abarrán, Igueriben, Annual, Dar Drius, Monte Arruit, etc., solo se mencionan incidentalmente en la narración. Segundo, que se centra en la vida de los soldados en una posición apartada y no en los grandes jefes militares, los hombres sometidos a los rigores propios y a las situaciones más penosas como el blocao, la avanzada, la aguada diaria bajo el fuego enemigo, la sed y el hambre, la herida y la muerte. Esa guerra extraña a la que se veían sometidos: el maldito terreno forzaba esa guerra mínima y cruel, tan distinta de la que el teniente había estudiado en la academia de artillería. Era una guerra chapucera y fastidiosa, por la que no sentía ninguna curiosidad intelectual (página 105). El autor se ha informado de las peculiaridades de la convivencia cotidiana en una posición; ha consultado relatos y ha escuchado a los familiares de los que sufrieron la pesadilla, ha oído en su casa las historias del abuelo. Y lo reproduce con una fidelidad remarcable porque no lo que nos es auténtico al cien por cien, lo parece sin impostura. Aunque pule los diálogos y no cae en la recreación del habla de la época, como reconoce en el prólogo, he renunciado a imitar con absoluta fidelidad el habla probable de aquellos soldados, que para mi gusto habría lastrado el texto de un excesivo casticismo (página 7). Lo que es de agradecer después de haber leído relatos perjudicados por un habla pretendidamente cruda que posiblemente no fuera la que se utilizara.


    El sargento Molina es uno de los que ocupan Afrau. Un hombre recio, honrado, que procura mandar con justicia y sin distinciones. Que comprende la filosofía del cabo Amador, socialista, aunque no comparta ideología. Y que trata de adaptarse a las circunstancias para conservar la vida y proteger la de los subordinados. Aunque no entienda la guerra que libran: Venimos, conquistamos sus pueblos, y después de todo eso ellos siguen siendo tan pobres como antes, pero tiene que soportar que los que mandamos seamos nosotros (página 77). Una postura muy extendida entre los soldados, más ajenos a las componendas políticas que al instinto de supervivencia. Mientras en España se discutía con apasionamiento la situación en Marruecos: Uno compra el periódico y lo leen catorce. Y los catorce tienen opinión, cual si fueran generales desaprovechados (Página 70).



   Lorenzo Silva va creando una atmósfera de angustia, que es la que sintieron los soldados españoles atrapados en una posición y sin noticias del resto. Quiere reproducir la situación de  miedo, incertidumbre, desesperanza. Lo que parecía ser una posición tranquila, Afrau, con un blocao más peligroso, se va convirtiendo en una ratonera. Los españoles empiezan a tener noticias confusas, inconexas, de la caída de las posiciones avanzadas como Igueriben. Sienten después la presión insostenible de la harka rifeña. Les obligan a replegarse a Sidi Dris, otra posición más en la línea de costa, y en el camino los compañeros caen abatidos, los supervivientes sufren un fuego continuo que no pueden hacer cesar. La muerte es una compañera más. El lector entre en la tensión de la desesperación que los infantes españoles padecen. El autor transmite esa sensación con una redacción paciente pero eficaz. Los españoles sitiados son auxiliados desde los barcos de la Armada que procuran mantener al enemigo alejado. Pero todos saben que el asalto final se producirá.
   La incertidumbre, unida al hambre y sed, al calor insoportable, al pavor ante un final desastroso va mermando la condición humana de los hombres: A aquellos hombres ya ni siquiera les imponían los muertos. Llevaban tres días apartándoselos de encima, y el aroma macabro de su corrupción era el aire mismo que respiraban. De pronto caía un hombre, y cuando sus compañeros comprobaban que había dejado de alentar,  miraban primero si había agua en su cantimplora y después le quitaban el fusil y los cartuchos que le quedaban. Alguien lo arrastraba bajo el fuego hasta el depósito improvisado al otro extremo del parapeto y allí se quedaba olvidado. Con inconfesable crueldad, todos preferían eso, que el que cayera lo hiciera muerto y no herido grave. Un herido grave, como un muerto, significaba un fusil silenciado y un defensor menos, pero tenía sobre el muerto el inconveniente de exigir cuidados y estorbar a los combatientes que debían contener la hemorragia y llevarle a la enfermería. Allí le tumbaban donde cupiera y le hacían lo que podían, en pésimas condiciones. Ya no quedaban vendas, ni desinfectantes, ni anestésicos (página 170).
Posición de Afrau en la costa del Rif
   La historia es conocida y se puede adelantar sin miedo a boicotear la novela. Afrau es evacuado por la Armada, pero Sidi-Dris perece. Silva detalla los hechos, nos pone en la situación del soldado cuyo único objetivo es salvar la vida. El final es la supervivencia, no cabe ya más disquisición política, humanitaria o filosófica. El enemigo es cruel y no atiende a criterios de piedad. La descripción del momento es brillante.

   Podía haber acabado la novela en ese momento histórico, pero el autor prefiere añadir dos capítulos sobre el cautiverio de lo algunos supervivientes, y el rescate final casi dieciocho meses después. La novela no da nombre auténticos, aunque es fácil reconocer a algunos personajes. Prefiere el anonimato para que la situación quede despojada de la crítica de los hechos verdaderamente sucedidos y de la responsabilidad de algunos militares. Pero la descarnada descripción de los mismos, incluso más suave que la pura realidad, es la que le da a la novela la fuerza que necesita el autor para convencer al lector.

   Tres años después Lorenzo Silva volvió a novelar sobre el Rif en la primera parte de la novela Carta blanca (2004). También tras la derrota de Annual, el escenario es en este caso la zona próxima a Melilla, Zeluán y Segangan. Pero ya no se centra en la campaña sino en el deseo de venganza que mueve a unos legionarios y que acabará en Badajoz en 1936. Los héroes del Rif acabarán siendo los villanos de la Guerra Civil. Los legionarios de la primera parte del libro se parecen mucho a los abnegados soldados de El nombre de los nuestros, pero la vida es larga y el sufrimiento mucho. Carta blanca es una novela que recupera un género de aventuras bélicas que ha sido muy poco usado en España, donde las novelas bélicas tienden a la crítica social o política. La lucha por la supervivencia, hace que el soldado tenga que elegir entre matar o morir y deja aparcadas para otro momento las consideraciones intelectuales. Las aventuras bélicas en el norte de África tiene algunos –pocos- antecedentes en la literatura contemporánea española; podemos citar El fuerte de los vencidos (1953) de Gloria de Gaspar, Las últimas fronteras (1962) de Luis López-Nuño o La montaña de los guerrilleros (1967)  de Luis Monreal Agustí.




jueves, 5 de abril de 2018

ESCRITORES GUINEANOS Y COLONIZACIÓN ESPAÑOLA (3): LA CARGA de JUAN TOMÁS ÁVILA LAUREL


ÁVILA LAUREL, Juan Tomás: La carga (Palmart/Cooperación Española/Centro Cultural Hispano-Guineano. Valencia 1999. 79 páginas).

   Ávila Laurel es ya uno de los escritores guineanoecuatoriales más importantes. Tiene una producción amplia y ha sido traducido a varios idiomas. Nació en Malabo en 1966, dos años antes de la independencia, y vive en España. Empezó publicando en ediciones modestas del Centro Cultural Hispano-Guineano de su ciudad natal, que fue el germen de algunos de los escritores del país. Primero poesía: Poemas. Ramblas (1994), Historia íntima de la humanidad (1999) y teatro: Pretérito imperfecto (1991) y otras. Se inicia con el relato con Rusia se va a Asamse (1998) y con otras obras posteriores de mayor madurez: Avión de ricos, ladrón de ceros (2009), Arde el monte de noche (2009), etc. Y cultivó el ensayo en El derecho de pernada (2000) o Guinea Ecuatorial: Vísceras (2006). Se le puede seguir en su blog http://www.fronterad.com/?q=blog/18  Y, para conocer mejor su vida y obra:  http://www.guineanos.org/index.htm

   La novela colonial está llena de mitos coloniales y mitos anticoloniales. Es lógico porque son los símbolos en los que se sustentan los argumentos según el proyecto intelectual y estético del autor. Estos arquetipos no responden a creencias exactas sino que se trata de recursos sobre los que desarrollar un argumento. Ávila Laurel los usa aunque su novela no abunda en esto. La simpleza del relato del buen colonizador queda sintetizado así: Siempre se creyó que la vida de un blanco en tierras africanas se sujetaba al patrón descrito y pregonado por los curas y maestros de la primera época de las incursiones coloniales: trabajo, casa, misa de los domingos y festivos, y algún paseo por campos y playas, pero mientras abrimos los ojos nos vamos dando cuenta de que las diferentes maneras en que las circunstancias del mundo influían en aquella, forjaban su carácter y hasta muchas veces los despojaban de este aire de seres distintos con que siempre los han visto los nativos (página 14). Queda claro que el colono se engrandece en la colonia, que un peninsular podía llegar a ocupar un estatus alto en Guinea. Pero no rehúye la imagen del guineano sumiso: …bastaba en aquella época ser visitado o saludado en público por tan alta autoridad para sentirse protegido, amado y valorado. Una mano que se va, otra que se extiende para gestar una amistad privilegiada, aunque siempre hay voces que afirman que la pobreza nunca se casará con la abundancia (página 34). Los escritores africanos, al trabajar los relatos con caracteres generales pueden caer en un vicio muy comercial que es  construir novelas exóticas para el divertimento de lectores occidentales con ganas de descubrir paisajes originales.


   La carga es un relato fresco de la vida en Mbini (río Benito para los españoles) a principio de la década de los 40 del siglo XX. De la convivencia pacífica, aunque estratificada verticalmente, entre los europeos y los originarios del lugar. Los españoles siempre consideraron mejor a los pueblos playeros (usando la terminología colonial) que a los fang del interior. Las etnias de la franja litoral de Río Muni no sostuvieron guerras contra los colonizadores como hicieron los fang, posiblemente las sufrieran al igual que los españoles. En cambio, no fueron sometidos a la recluta forzosa, una de los episodios más denigrantes de la Guinea española. El fang fue el guineano menos querido por los españoles, al que consideraban mejor para el trabajo de bracero pero menos fiable.

   La novela es un relato cotidiano de la vida en el pequeño poblado. Los españoles que trataban de adaptarse como podían a la vida africana, sufriendo molestias hasta entonces desconocidas como las niguas. Y los guineanos que procuraban aprovechar las ventajas de la presencia española. Tiene humor, ironía sobre la reducida sociedad benita: Pero, ¿existía filosofía en Río Benito? Si comer, beber y trabajar para que los niños tengan un buen futuro es la esencia o la razón de ser de la filosofía, nadie puede dudar de que los habitantes de este lugar ejercían tan alto saber  (página 50). Una sociedad de las pequeñas cosas cotidianas, de la lucha por la existencia. Una novela sin un argumento principal claro, pequeñas historias que se cruzan para dar una imagen  global: … si los escritores no dispusieran del libre albedrío para circular libremente por la senda de la creación literaria (página 55). Y que termina con un sustancioso diálogo entre españoles sobre la idea común de colonización y la razón de la presencia española, resumida en una frase: Venimos principalmente porque ya no queda nada sin dueño en Europa y lo que hay aquí, aunque es de estos negros, todavía podemos cogerlo sin que ellos se den cuenta y se enfaden. Así las cosas, lo menos que podemos hacer es agradecer que todavía son ciegos; por eso, no entenderé nunca como os asquea su ignorancia cuando es gracias a ella que os llaman señor y jefe (página 75).